¿Cuál hubiera sido la respuesta –en pleno ejercicio del poder– del expresidente Correa respecto de la ilegítima toma de posesión de Nicolás Maduro? Ni para dudarlo, habría respaldado con vigor dicha investidura, arremetiendo con su habitual retórica populista contra el supuesto embate de las fuerzas imperiales, alegando que toda la miseria social, económica y política en la que se sumerge Venezuela no es sino el producto de las mentiras de los medios de comunicación que de forma perversa tergiversan, día a día, la realidad de la patria de Bolívar.

Hago mención a ese ejercicio de escenario alternativo para establecer la forma progresiva como el actual Gobierno ecuatoriano se ha ido despojando de la simpatía ciega y vergonzosa que profesaba el anterior régimen hacia todo lo que significaba Venezuela bajo la alineación del modelo bolivariano. La diferencia es significativa, toda vez que más allá de la decisión del régimen de no enviar una delegación oficial a la toma de posesión del pasado jueves, el Ecuador votó en el marco del Consejo Permanente de la OEA y conjuntamente con otros 18 países, el “no reconocer la legitimidad del período del régimen de Nicolás Maduro a partir del 10 de enero de 2019”, decisión que constituye un paso importante en el aislamiento internacional de esa dolorosa caricatura que resulta Nicolás Maduro. En esa línea, falta por determinar si el desconocimiento de la legitimidad de Maduro implica tomar otras decisiones paralelas que permitan asumir una posición terminante respecto del problema venezolano.

En todo caso, y más allá del evidente cambio de la posición ecuatoriana, parece que el presidente Moreno mantiene su visión de que “la crisis venezolana debe ser resuelta internamente… mediante el diálogo y la reconciliación” y que “solo los venezolanos pueden resolver sus desencuentros históricos”, postura que sin embargo termina siendo candorosa, especialmente al sugerir que el problema venezolano sea resuelto mediante el diálogo y la reconciliación, elementos impensables en la paranoia y desmadre de dicho país. Debe entenderse que un cambio político democrático en la circunstancia de Venezuela es totalmente incompatible con la lógica del proyecto autoritario de Maduro, por lo que cualquier exhortación a la serenidad y a la reconciliación puede terminar siendo excusa para la vigencia del caos y desconcierto.

El Ecuador debe sumarse de forma inequívoca y naturalmente soberana a las decisiones que tome la comunidad internacional en el aislamiento del Gobierno venezolano, lo que no impide admitir el oportuno cambio en la política internacional de nuestro país. Lo del pasado reciente era vergüenza y miseria que llenaba de felicidad a los afrentosos bolivarianos. (O)