Como muchos saben, la Organización de Naciones Unidas (ONU) adoptó la Agenda 2030 para el Desarrollo Sostenible, en la cual se plantean 17 objetivos en aras de erradicar la pobreza y mejorar el nivel de vida de las personas mediante acciones económicas, sociales y ambientales.

Con base en los retos y dificultades propias, cada Estado debe determinar sus metas. La idea es que estas sean alcanzadas con la participación de todos, es decir, los estados, el sector privado y la sociedad civil. El camino es y será largo. Lo cierto es que debe ser liderado, principalmente, por los gobiernos que vengan hasta el 2030, pues el rol de las políticas públicas es fundamental para alcanzar tales metas. No obstante, para lograr cumplir los objetivos nuestros gobernantes deben cambiar sus ideas de gestión y administración pública.

No me cansaré de repetir que casi todas las generaciones de latinoamericanos hemos sido testigos y/o cercanos conocedores de las nefastas consecuencias de los regímenes socialistas y comunistas. Las lecciones aprendidas son varias pero sencillas: (I) la intervención abusiva del Estado en mercados y servicios es mala, todo termina quebrando; (II) un marco jurídico extremadamente amplio, cambiante y abusivo genera inseguridad jurídica; (III) considerar a la empresa privada como un enemigo del Gobierno es una estupidez, y; (IV) la libertad debe ser el pilar de toda sociedad.

Es evidente que el Estado no puede ni ha podido garantizar todos los derechos de los ciudadanos. En América Latina no lo pudieron hacer las dictaduras militares, ni los Castro, Noriega, Allende, los Kirchner, Chávez, Maduro, Lula, Ortega, Correa, etc. En muchos otros países, de distintos continentes, también fallaron con los intentos de que un tipo de gobierno resuelva los problemas de todos.

Por todo lo anterior, es imperativo que en nuestro país se empiece a contar con la empresa privada para mejorar la sociedad. El panorama actual demuestra que en Ecuador la política y los gobernantes constituyen la primera amenaza al desarrollo empresarial. Pienso que esto es lo más importante que debemos cambiar en nuestro país, pues la empresa privada debe pasar a tener el protagonismo que merece en el progreso del Estado, como generador de riqueza y empleo.

La empresa privada ecuatoriana ha demostrado, a pesar de fuertes vientos y mareas, capacidad para superar dificultades económicas y crisis, intención de internacionalizarse, ánimo de innovar y aplicar nuevas tecnologías, así como coraje para tomar riesgos e invertir en el país. Los sectores exportadores buscan mantener su posición mundial en cada mercado.

El nivel de vida de cada ecuatoriano mejora si tiene un trabajo estable. No progresamos cuando el Estado regala dinero, sino cuando se facilita el comercio en todos sus niveles. La empresa privada es la llamada a crecer para brindar las plazas laborales que hacen falta. Con trabajo, la familia crece y pueden gozar de educación, salud, recreación, vivienda y alimentación.

Espero que nuestros gobernantes aprendan la lección y cambien discursos y acciones. Por mi parte, seguiré discutiendo ideas para enriquecer el futuro de nuestro país.

Aprovecho para desearles a todos los lectores un año 2019 con mucho trabajo, salud, honestidad, tolerancia, respeto y felicidad. Solo así construiremos un mejor Ecuador. (O)