Se recuerdan 45 años de la más triste Navidad en la costa: 380 muertos, entre hombres, mujeres, niños y ancianos. Se rescató a 226 sobrevivientes, entre estos 40 jóvenes que habían terminado la conscripción y regresaban del cuartel, también se salvaron.

El hundimiento del vetusto barco M/T Jambelí fue en diciembre de 1973; conmocionó al país. Seiscientas personas que vendían artículos y juguetes en la Bahía de Guayaquil, viajaron a la provincia de El Oro a comprar mercadería en la frontera con Perú, aprovechando las fiestas navideñas. El barco zarpó del muelle de Puerto Bolívar con su cargamento en la noche del 24 de diciembre, sin importar que la capacidad era de apenas para 75 pasajeros. La travesía era de ocho o nueve horas hasta el muelle 8 en Guayaquil. Decenas de niños habían sido llevados por sus padres para que ayudaran a cargar los paquetes y evitar que les decomisaran a los adultos toda la mercancía. El navío sufrió daños y se hundió frente a Puná cuando regresaba en la madrugada del 25 de diciembre. A bordo del barco, todo era alegría recordando la Nochebuena el 24 y el nacimiento del Niño Jesús. Los cadáveres y los sobrevivientes flotaban en las aguas del río Guayas, arrastrados por la corriente. Los reporteros tuvimos que interrumpir los festejos y correr al muelle fiscal donde estaban hacinados los cadáveres antes de trasladarlos al anfiteatro de la calle Julián Coronel de Guayaquil.

El escritor colombiano García Márquez aconsejaba que nunca, jamás, un periodista debía decir “esto es indescriptible; se notaba que el maestro no había estado en el anfiteatro Anatómico Julián Coronel, donde las escenas superaban de largo la ficción de sus celebérrimas novelas y era indescriptible lo que nos tocó vivir como periodistas, de la tragedia que nos marcó. En cuatro días de intensas tareas, se encontraron 380 cadáveres. Los pasajeros que se salvaron nadaron en las correntosas aguas, adonde se lanzaron utilizando tanques vacíos de gasolina y unas cuantas boyas de palo que había en la cubierta; muchos pasajeros interrumpiendo el plácido sueño en las pocas hamacas del barco.(O)

Carlos Julio Armanza Ochoa,

periodista, Guayaquil