No, no voy a referirme aquí a ese importantísimo aporte a la cultura ecuatoriana que, bajo este título, nos dejara hace varias décadas Hugo Alemán; simplemente quiero referirme a la dualidad que existe en la conducción política del Gobierno por efecto de la presencia latente del gobierno pasado en el actual; presencia que se ha dado, unas veces, por la participación de funcionarios del anterior gobierno en la administración actual y, otras, por la prolongación de las políticas del anterior durante el actual. Esto es evidente en casi todos los órdenes, y es más notorio en el orden financiero y en el de política internacional. Borrar totalmente la presencia del pasado que le precede debería ser el propósito central, coherente con su discurso, de la actual administración.

Dejando aparte el desastre económico de Venezuela, los dos países sudamericanos menos valorados por los círculos financieros mundiales, los de mayor riesgo, son Ecuador y Argentina. Argentina ha recurrido al financiamiento del Fondo Monetario Internacional que le ha prestado miles de millones de dólares; en contraste, el Ecuador se ha mostrado renuente a hacerlo, y ha preferido continuar, como la administración anterior, dependiendo de los créditos de China, que son más caros, a plazos más cortos, por lo general condicionados a construcciones y provisión de maquinarias, y que exigen garantías desproporcionadas, atadas a nuestra producción petrolera. A China va el ministro de Economía y Finanzas y, seguidamente, nada menos que el presidente de la República. El perjuicio ocasionado al Ecuador por la construcción gravemente defectuosa de la central hidroeléctrica Coca Codo Sinclair no ha impedido al Gobierno continuar solicitando créditos de China para financiar el pavoroso déficit fiscal, que se va agrandando, sin que exista voluntad de reducirlo, ni de borrar la ¡presencia del pasado!

En enero próximo, termina el período legal para el que fue elegido Maduro presidente, y muchos países de América y la Unión Europea lo considerarán, enseguida, presidente de facto, dictador; el Gobierno ecuatoriano tendrá que decidir si continúa reconociendo a Maduro como presidente constitucional. El éxodo venezolano que nos afecta a Colombia, Ecuador, Perú y Brasil, principalmente, no se detendrá mientras sobreviva el régimen de Maduro y su eliminación depende, en gran medida, del aislamiento económico y diplomático con el que se logre cercarlo. Para eso hace falta la acción coordinada de todas las Américas. Al momento, el canciller ecuatoriano, acompañado del ministro de Economía, está en Washington y habrá podido apreciar la decisión, tanto del secretario de Estado como del secretario de la OEA, de liberar a Venezuela. La presencia del ministro de Economía y Finanzas significaría –¡ojalá!– un acercamiento a los organismos multilaterales. El presidente Moreno, hace apenas dos meses, se desligó de Maduro, a cuya inconstitucional reelección apoyó junto a su anterior canciller. El presidente rectificó y eso debería traducirse en acciones positivas, liberándose de la ¡presencia del pasado!

Esperamos que el Gobierno adquiera conciencia del ridículo en el que está cayendo por el asunto Assange: se cancela a embajadores, se toleran insultos y demandas judiciales del asilado, se dañan importantes relaciones internacionales, porque continúa la ¡presencia del pasado! (O)