La escritora, historiadora, feminista e intelectual Raquel Rodas Morales (1940) no llegó al Día de los Difuntos, se despidió antes, el 31 de octubre, según dio a conocer su hijo, el novelista Juan Pablo Castro Rodas. Su deseo fue ser cremada y que sus cenizas sean esparcidas entre las flores. Esta columna, es mi homenaje a su lucha de mujer.
Querida Raquel: El primer artículo que le publicamos, en el portal La República, fue su carta abierta a Gabriela Rivadeneira, por la condecoración a Cristina Kirchner. Fue la primera vez que supe de su pluma cerebral e impregnada de moral histórica. En esa ocasión usted le recordaba a la entonces cabeza del Legislativo, que rendía homenaje a una política argentina sospechosa de delitos, que la lucha feminista se venía librando en el país por siglos.
“Usted y muchas de sus compañeras que llegan a altos niveles del gobierno de la nación heredan accidentalmente esa lucha milenaria de las mujeres del mundo y por lo menos si no piensan en alcanzar realmente mayores niveles de equidad entre mujeres y hombres, si no van a remediar los actuales problemas que sufren las niñas y las mujeres de toda edad, al menos tienen la obligación de mantener los niveles de decoro y respeto social que alcanzamos a través de una centenaria lucha”, escribía usted, querida Raquel.
Desde septiembre de 2016 hasta julio de 2017, usted publicó en La República artículos cultos, irreverentes, frontales, brillantes. En su escritura era perceptible el brío de un alma joven, tan joven para retar a las mismas convenciones que pretenden encasillar a la lengua castellana en un armatoste anquilosado, patriarcal, incapaz de incluir esas luchas femeninas que usted admiró y a las que con tanto esmero contribuyó.
Supe de sus libros casi por accidente, ya que en una conversación usted se ruborizó cuando la llamé escritora y su hijo Juan Pablo, que nos escuchaba, le recordó que usted había publicado decenas de libros y eso le hacía escritora. Usted se acercó al mundo de las letras desde la responsabilidad, no desde la pretensión. Por eso escribió sobre la vida de Tránsito Amaguaña, Dolores Cacuango y María Luisa Gómez de la Torre. Aunque entre sus referentes tenía a figuras de otros ámbitos y latitudes como Teresa de Ávila o Sor Juana Inés de la Cruz.
Siguiendo los deberes de su tiempo y el llamado de sus principios, no sólo escribió, también militó. Constituyó la organización ‘8 de marzo’, que con el tiempo llegó a ser el Frente Amplio de Mujeres, de la que fue su primera presidenta. También participó en periódicos feministas. Por sus investigaciones sobre los temas de las mujeres, fue parte de la Academia Nacional de Historia. Imposible no recordar que incursionó en la literatura infantil, con ‘Javicho, desaparecido’, que ganó el Premio Alicia Yánez Cossío de Pichincha.
Fue un honor, querida Raquel, haber servido de instrumento para que algunas de sus lúcidas ideas se difundan. Recuerdo su valiente y profundo análisis del tipo penal del feminicidio, contextualizándolo con la realidad: las violencias a las que las mujeres son día a día expuestas. Siendo usted de otra generación, su pensamiento era más contemporáneo que el de la mayoría de hombres de todas las edades y de muchas mujeres, incluso jóvenes, que no se atreven a ser consientes de sus derechos.
El hecho de que en Ecuador no se leyera ni conociera la obra de esta escritora e investigadora referencial, dice mucho de lo que somos y de la sociedad estructuralmente machista en que vivimos. Pero su palabra perdura, querida Raquel, porque toda lucha queda y es la base de las luchas del presente y del futuro. Otras mujeres y otros hombres le tomarán la posta, porque en el fondo, la lucha de las mujeres es una sola, milenaria, valiente, liberadora.