Me ha llamado la atención una estadística simple de mercado: los libros electrónicos que un momento dado iban 50%-50% con los físicos, han bajado a 20%-80%, sin el esperado impacto arrasador, se decía que matarían al libro físico por ventajas imparables: facilidad, apego de los jóvenes a la tecnología, costos (se evita toda la cadena del libro físico, desde la impresión hasta la entrega personal). Según los especialistas, esto se debe a la reacción más bien negativa de los jóvenes y su sentido de propiedad y pertenencia, señalan que ese sentido está afectado por tres factores: tener control sobre el objeto, si sirve para autodefinirse, y si ayuda a desarrollar un sentido de pertenencia social. En relación con los libros electrónicos esta línea de análisis ha llevado a varias reflexiones: no están realmente ahí presentes sino en la lejana nube, se tiene la impresión de que son alquilados no propios, no se le puede compartir o regalar, hay más emotividad en el libro físico, no se pueden armar colecciones, hay sentido de nostalgia frente a los libros de la niñez, tacto, olor, etcétera.

El avance tecnológico es maravilloso y cambia nuestras vidas positivamente, pero frecuentemente nos equivocamos en sus impactos. Sucedió lo mismo con la aparición de la TV, se decía que mataría a la radio, pero ahí siguen las dos compartiendo espacios (aunque la radio ahora esté en formato celular). Olvidamos que la radio tiene un lugar funcional muy diferente porque se la puede usar en cualquier parte (se puede cocinar con la radio a mano, usar en el transporte, ponerla al borde de la cancha en un partido de fútbol… o incluso asistir a un partido y estar pendiente de los comentarios especializados). Los bienes y servicios no solo sirven por su contenido tecnológico, sino por su función social y adaptación a la vida real.

Otro caso. Hace 20 años se pronosticaban avances en el trabajo en el hogar que no se han dado, a pesar de mecanismos tecnológicos que lo posibilitan. Y esto por al menos dos razones. Uno, el mundo sigue siendo en gran medida físico más que virtual, la mayor parte de actividades requieren aún estar presente, “hacerlas” directamente. Dos, el trabajo no solo es actividad productiva, sino sobre todo un momento esencial de interacción social, ahí es donde se tiene amigos, chismea, interactúa, se “escapa” del entorno familiar que a veces “agobia” el resto del tiempo, etc. Habrá formas que cambien, horarios adaptados, flexibilidades, tecnologías de redes sociales para interactuar, pero la gente querrá encontrarse en un espacio cuyo nombre puede ser “trabajo”.

El futuro. Se dice que millones de empleos serán destruidos sin compensación por las nuevas tecnologías, desde robots hasta sistema de inteligencia artificial. Esto no sucederá en la proporción apocalíptica que se anticipa, también por al menos dos razones. Uno, se crearán otro tipo de empleos alrededor de estos nuevos avances tecnológicos. Dos, nos olvidamos de la interacción social: muchas empresas encontrarán que mantener la relación entre personas sigue siendo una ventaja competitiva importante… El contacto social prevalecerá… Las mareas tecnológicas rara vez son como se anticipa. (O)