El carismático político británico Winston Churchill alguna vez dijo: “El que no es de izquierda a los 20 no tiene corazón, el que a los 40 sigue siendo de izquierda no tiene cerebro”. Años después se asegura que Willy Brant, canciller de Alemania Occidental entre 1969 y 1974 y ganador del Premio Nobel de la Paz en 1971, precisó que “quien de joven no es comunista, es que no tiene corazón. Quien de viejo es comunista, es que no tiene cabeza”.

Estas frases probablemente resumen el recorrido político e intelectual de Mario Vargas Llosa, quien recientemente ha publicado su último libro La llamada de la tribu, en el que escribe su autobiografía intelectual, incluyendo las influencias que fueron marcando su distanciamiento de las ideas comunistas hasta adoptar el liberalismo.

El premio nobel de literatura cuenta que entró en la Universidad de San Marcos porque estaba seguro de que así podría afiliarse al partido comunista. Mantuvo por muchos años interés en la Revolución cubana, a la cual apoyó y visitó cinco veces en la década de los 60. Con el tiempo se da cuenta de la realidad: en la isla hay pobreza, corrupción y muchas injusticias. También pasó por la Unión Soviética y comprendió que ese modelo de sociedad para él hubiese resultado invivible.

La vida lo llevó a Inglaterra y así comenzó su cambio de orientación hacia el liberalismo. Estudió autores que comparten ideas liberales, tales como Adam Smith, José Ortega y Gasset, Friedrich August von Hayek, Karl Popper, Raymond Aron, Isaiah Berlin y Jean-François Revel. Define que “el liberalismo es una doctrina que no tiene respuestas para todo, como pretende el marxismo, y admite en su seno la divergencia y la crítica, a partir de un cuerpo pequeño pero inequívoco de convicciones. Por ejemplo, que la libertad es el valor supremo y que ella no es divisible y fragmentaria, que es una sola y que debe manifestarse en todos los dominios –el económico, el político, el social, el cultural– en una sociedad genuinamente democrática”.

El título del libro es trascendental, pues el escritor peruano sostiene que “la llamada de la tribu” es el principal peligro para la libertad, la cual es indispensable para la vida en comunidad. Las políticas públicas deben proteger a los individuos sin distinción, a todos por igual, sin preferencias ni restricciones o limitantes a su voluntad y autonomía.

La historia de Vargas Llosa puede repetirse en miles de jóvenes ecuatorianos que han vivido –y muchos apoyado– por más de diez años a un régimen socialista. Esperemos que los nefastos resultados de estos gobiernos (que recién ahora empiezan a salir a la luz pública) permitan a todos concluir rápidamente, así como le ocurrió a uno de los escritores e intelectuales liberales más importantes del mundo, que la sociedad abierta, la democracia, la libertad económica, el respeto al Estado de derecho y la defensa de los derechos humanos son los principios por los cuales debemos luchar cada día.

Su próxima visita a Guayaquil será un espacio para reflexionar sobre la importancia del intercambio de ideas y su impacto en el tipo de sociedad que queremos lograr. (O)