Ya tenía conocimiento de su existencia y funcionamiento, pero no detalles de los logros positivos alcanzados por el Banco de Alimentos Diakonía, creado por la Iglesia católica en Guayaquil y presidido por su arzobispo, monseñor Luis Cabrera Herrera, Ofm.

Ahora, gracias al Suplemento Especial 2018, del 16 de octubre de 2018, Día Mundial de la Alimentación, que llegó junto con mi ejemplar de EL UNIVERSO, he podido enterarme de su exitoso funcionamiento.

En ocho años sus actuales programas son:

Fruver: Rescate de frutas y verduras, para recuperar alimentos perecederos y disminuir su desperdicio, mejorar la dieta nutricional de los beneficiarios mediante el consumo de frutas y verduras e incentivar su consumo responsable.

Desayunos para mejores días: garantiza alimentación inocua, promoviendo y fomentando hábitos de vida saludable en los niños y niñas beneficiarios, con evaluación nutricional periódica.

Vitasanus Banco de Medicinas: contribuye con medicamentos sin costo que benefician a poblaciones vulnerables, atendidas en la Red de Dispensarios de Salud de la Arquidiócesis de Guayaquil, Red de Salud de Acorvol y agencias beneficiarias inscritas.

La tiendita: ofrece prendas de vestir, artículos de higiene personal y de hogar.

Voluntariado: colaboración de estudiantes, profesionales y otras personas en recolección y clasificación de alimentos, en programas, colectas y otras actividades.

Huerto comunitario: capacitación práctica a la comunidad y agencias beneficiarias, sobre el cultivo, provisión y consumo de frutas y verduras saludables.

En un cuadro se identifican las 48 organizaciones sociales y las parroquias eclesiásticas, iglesias y otras agencias beneficiarias.

Algunas noticias destacadas nos permiten conocer, por ejemplo, que la mejora en sus dolencias y el ahorro en sus economías son dos de los beneficios registrados por las 18.331 personas atendidas durante tres años en el Banco de Medicinas y que por cada dólar de inversión que este hace se genera un impacto económico positivo con un retorno social de $ 10,40.

La información que me impresionó particularmente es que los alimentos que se desperdician, a nivel mundial, son suficientes para alimentar aproximadamente a 2.000 millones de personas.

Esto me recordó que escribí un artículo de prensa que publicó el diario Hoy, el 5 de noviembre de 1986, bajo el título ‘¿Destruir alimentos?’, motivado por una inminente acción de ese tipo en Europa, concertada para evitar la caída de precios, debido a la sobreabundancia de una cosecha.

Allí cuestioné la legalidad de ese procedimiento si se quisiera aplicar en nuestro país, interpretando el texto del artículo 618 del Código Civil en concordancia con el artículo 19 de la Constitución vigente en esa fecha.

¿Qué le parece, a usted, que se destruyan alimentos en un lugar cuando existe necesidad de ellos en otros?

¿Acaso no vale la pena intentar crear y aplicar sistemas que permitan que los alimentos no se desperdicien y se orienten a solucionar los problemas de hambre o subalimentación?

¿Cabe apoyar e, incluso, emular el trabajo del referido Banco de Alimentos Diakonía?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)