El escenario por el que ha de transitar la economía ecuatoriana en el bienio 2018-2019 no parece ser muy auspicioso. Esto se presumía desde hace tiempo, sobre todo después de hacerse públicas las cifras del balance de “gestión”, responsabilidad del anterior gobierno, que hizo público el presidente Moreno.

En varios frentes se identificaron los “resultados”: altos déficits fiscal y externo; evolución errática de los precios; problemas de competitividad; limitada modernización tecnológica; desajustes en el mercado del trabajo; descalabro de la seguridad social; aumento de los problemas sociales; trabas al crecimiento, entre otros.

En este marco, la economía simplemente “no trabaja”. El mercado, el riesgo y las inversiones toman distancia, sobre todo porque ese escenario afecta la institucionalidad que requiere el ejercicio de una regulación compatible.

Lo anterior es más grave en sistemas en los cuales hay condicionamientos (la dolarización, ¡defecto y virtud!) que exigen un manejo adecuado de la macroeconomía y del “puente” con lo micro, sobre la base de reglas definidas por objetivos y prioridades. El sector público debe ser proactivo y eficiente, jugando el papel de incitador claro para los agentes privados. También el empresariado tiene que asumir su papel: mucho tiempo no lo ha hecho, más allá de la década anterior.

La definición de algunas medidas, que en todo caso no configuran un Plan Integral de recomposición económica y social, ha sido bastante tardía –lo que resulta difícil de entender–, máxime cuando se supone que asumir el poder obliga al manejo total de lo político y de la economía. Al mismo tiempo. Siempre.

En este marco, PROEstudios ha difundido a inicios de mes su índice de desempeño coyuntural, Imacro, el n. 39. En julio, el índice es 140.5, un 1,0 % más alto que el correspondiente de 2017. Aplicada la corrección de variaciones estacionales, crece en 0,6% respecto de junio; la tasa anual CVE es de 1,0%.

Estas cifras consideran la revisión –hacia abajo– de las series anuales de las cuentas nacionales oficiales. El trayecto de los índices en los siete meses del presente año es “plano”, es decir, finalizó la recuperación de nivel iniciada el primer trimestre del 2016.

La economía continuaría evolucionando, dice PROEstudios, “como si nada ocurriese”, porque aún estuvo ‘estimulada’ con fondos provenientes de endeudamiento externo, en medio de un escenario muy complicado en lo fiscal y que ya muestra fisuras en lo monetario.

Para PROEstudios quedan pocas dudas de que se planteará, más temprano que tarde, un programa de ajuste al FMI. Subsiste en Ecuador –incluso en “frentes del Gobierno”– la convicción de que tal opción sería “retornar al entreguismo”. Sin embargo, se dice, corre el tiempo y no se advierten correcciones definitivas en el manejo de la economía y su modelo.

En medio de una artificial “normalidad”, la tasa anual de la tendencia, a julio, es de 0,5%. El ciclo de largo plazo del índice se ubica en desaceleración y su duración es más corta que en el pasado, junto a una evidente “crispación” e inestabilidad en la formación de expectativas, económicas y políticas.

En fin, el 28 de septiembre, el BCE difundió el Boletín n. 104 de cuentas trimestrales, que revisa los últimos nueve trimestres (desde 2016) e incluye el segundo del presente año. PROEstudios, en el n. 38, afirmó que “…el segundo trimestre, el crecimiento sería de -0,1% … y el PIB anual difícilmente se expandiría más de 0,9%”.

Reafirmando la estimación para el año completo, aclara que la referida proyección fue elaborada con la serie anterior, “ya artificialmente cambiada por el BCE para superar el heteróclito artificio de difundir “cuentas anuales provisionales” como suma de las trimestrales”.

La inestabilidad de las cifras macroeconómicas “destruye” los estudios estructurales y serios. El hecho de ser “cifras oficiales” representa más obligaciones que derechos. No es posible, en ese contexto, señala PROEstudios, un desarrollo estable de análisis de coyuntura, si cuando se intenta comprender la precedente se cambian las cifras.

Esto no significa que no se advierta que los cálculos trimestrales se basan en herramientas econométricas y, por tanto, pueden modificarse en el tiempo; sin embargo, artificios contables para “empatar” con los indicadores anuales, en dos trimestres seguidos, son poco formales.

De otro lado, el escenario internacional, del cual depende la economía, es en la coyuntura incierto, lo que suma un factor contrario al empeño anticrisis y estabilización. El Nobel de Economía 2006, Edmund Phelps, tomando como referencia la evolución reciente de EE.UU., ha señalado que este país “se expone a una recesión de aquí a un año, cuando pase el efecto de la baja de impuestos decidida por Donald Trump”.

Añade –dice PROEstudios– que “una recesión dentro de seis a doce meses es realista”. Según Phelps, el fuerte crecimiento observado actualmente en Estados Unidos tiene las características “que normalmente preceden a una recesión”. Concluye que ese estilo de gestión “dopa la economía a corto plazo. Puede resistir un año aproximadamente… Va a producirse un contragolpe”.

La crisis también podría desatarse con la guerra comercial Estados Unidos-China, así como por factores de orden político que comprometerían, también, al Banco Central Europeo, en términos de instrumentos operativos válidos para sostener la aún débil recuperación de la zona euro.

Como fuere, un país como Ecuador, con “moneda ajena” y con un peso específico al extremo limitado en los mercados internacionales, debería tomar en cuenta este tipo de riesgos en el gerenciamiento de su economía y de su sector externo.

La responsabilidad es propia: más deuda, carencia de planes integrales, menos concertación, poca proactividad, ¿abre las puertas a la profundización de los desajustes? Un escenario 2018-2019 ciertamente complicado, si la pasividad es la “norma”. (O)