Y palo porque ‘No… Rodas’. Con la reciente exposición en una página digital muy leída, del video que muestra al alcalde quiteño Mauricio Rodas aparentemente borracho, dicho medio se banaliza a sí mismo, desmereciendo el nivel analítico e investigativo que se ha esforzado por sostener y pretende promover. Si solo se quería incitar al populacho, la reacción no se hizo esperar en las redes y en el chismerío: desde la chacota y la sal quiteña, hasta la santa voz a los cielos alzada denunciando “indignidad, vergüenza pública, ofensa a Quito, hecho bochornoso”, y otras ñoñerías. Lo más selecto de nuestra mojigatería a propósito del espectáculo de la semana y de la sociedad del espectáculo. Mejor habría que preguntarse qué hay detrás de un video oportunistamente grabado, convenientemente recortado y tendenciosamente difundido, cuyo dudoso valor consiste en “patearle en lo echado” a Rodas.
Vacía de actores, la sociedad ecuatoriana –incluyendo la quiteña– es un teatro lleno de espectadores, bien sentados, criticones, y sin pagar boleto. Preferimos que sea el otro quien diga, escriba, y se exponga en lugar del yo. El “¡Habla vos!”, omnipresente en nuestra vida cotidiana, recurre a la falsa excusa de que no somos tan inteligentes como el otro. La renuncia a la palabra propia es un rasgo idiosincrático de los ecuatorianos, a diferencia de lo que ocurre en otras latitudes. Solo nos arriesgamos a decir lo que creemos que pensamos, al amparo de las redes sociales o los buzones de las páginas digitales, con seudónimo, y envalentonados cuando somos mayoría.
El alcalde Rodas transita el final de su gestión, en medio de impopularidad incuantificable, desaprobación ciudadana facilona, francotiroteo de los medios impresos y digitales, ineptitud de algunos colaboradores, traición de otros, convivencia en un Concejo Municipal corrupto, siniestro o canibalístico, y sobre todo sus propios errores de gestión, administración y política. Pero cargarse con el alcalde Rodas es la manera más cómoda de evitar la pregunta por nuestras propias responsabilidades como vecinos de la capital y ciudadanos del Ecuador. Personalmente, considero que su trabajo como alcalde de Quito no es inferior al de algunos predecesores más populares, pero esa es solamente mi opinión. Hay problemas graves en la recolección de basura, el estado de las calles, la inseguridad de nuestra ciudad, y el tráfico. Pero en mi barrio, agradecemos la cancha de césped sintético y los parques limpios, cuidados y con juegos infantiles bien mantenidos. A nivel general, la multiplicación de los “Guaguacentros” es una obra generosa sin precedentes en Quito. Todo ello, sin olvidar el avance del metro, a pesar del sabotaje.
Si la “objetividad” es una ilusión de la condición humana, la evaluación de la gestión de un funcionario público requiere tiempo, interlocución, información, ponderación y contrapunto. No hay mérito alguno en darle con todo a un alcalde, en manada, e ignorando todos los datos a considerar. Pero sobre todo, hay mucho demérito en valerse de un momento personal o de un transitorio “vicio masculino” para desmentir cualquier logro de su gestión. Somos una sociedad mojigata y maniquea, que solo puede concebir la opinión política en términos de “atacar” o “defender”. ¡Qué feo ser tan hipócritas y qué cómodo sentarse a criticar sin participar! (O)