Hace algunos años, comprometidos con la formación en responsabilidad social de nuestros estudiantes, diseñamos en la Universidad Casa Grande un formato de trabajo de investigación-acción conocido como Proyectos de Aplicación Profesional.
Estos proyectos debían cumplir con tres variables: interdisciplinariedad, innovación y mejorar la vida de la gente.
Hasta la fecha han participado más de 600 alumnos de 15 carreras, desarrollando cerca de 100 proyectos con un alto impacto en la comunidad y, lo más importante, en su formación en responsabilidad social.
En este contexto se creó Guayaquil letrado, que luego se transformó en Jaula abierta, una serie de trabajos e implementaciones que tienen como objetivo promover la lectura y escritura en niños y jóvenes.
La primera propuesta, en el año 2012, nació con la premisa de que se podía pensar una campaña para la lectura desde abajo, desde donde nacen las conversaciones, y no necesariamente desde las alturas académicas que chorrean en forma vertical un discurso evangelizador. Se trabajó con representantes del rap urbano, componiendo la pieza musical Si leo, llego, que refleja, entre otras cosas, cómo la lectura permite traspasar tus creencias, que en resumidas cuentas es lo único seguro que tienes.
Al año siguiente se grabó el disco Fonograma, para lo cual se invitó a cinco bandas importantes del país a componer canciones basadas en cuentos de reconocidos escritores, buscando así otro tipo de conexión entre la lectura y los jóvenes.
El 2014 aparece un giro en el proyecto, en lugar de pensar la lectura como un fin, se busca presentarla como un medio, y recuperando la idea de traspasar las creencias, se diseñó un taller creativo para grafiteros, conducido por Cecilia Ansaldo y Francisco Santana.
Ese pequeño cambio en la mirada sobre la lectura nos abrió una serie de posibilidades, fue así como en 2016 se decidió trabajar en Bahía de Caráquez con los niños de un refugio habitado por familias afectadas por el terremoto. La lectura y escritura se transformaron en una herramienta para la recuperación emocional, con ellos se realizó el libro Las cometas que volarán alto, proyecto que fue presentado por los mismos niños en la FIL, logrando que pasaran de ser víctimas a ser autores.
Al año siguiente se siguió trabajando con la lectura y escritura como herramientas de transformación. Basados en la problemática de la droga, se realizó con niños de El Buijo la publicación digital Misión Cometa, que busca comprometer a los niños con un sueño que permita proyectar en ellos un futuro posible y así tomar buenas decisiones.
Este año, siguiendo por un camino similar, se está trabajando con niños y jóvenes de Puerto Hondo, creando el Club Creativo La Ola, que pretende, a través de talleres y ejercicios de lectura y escritura, convertir a los niños en expertos en creatividad, para que así puedan fortalecer su autoestima y reconocerse en la posibilidad de renovar un entorno que puede presentarse hostil e inseguro. ¿Podrán hacerlo? Comprúebalo tú mismo, te invitamos a ver en vivo a este grupo de niños y los estudiantes que dirigen el proyecto, realizando un taller abierto el sábado a las 16:00 en la Feria del Libro. (O)