“Gente de no creer”, que consideraba sensata y liberal, me ha decepcionado al adherir a la más primitiva e irracional causa que se haya enarbolado en Ecuador, oponiéndose al ingreso de los venezolanos que huyen de la dictadura. No faltan “demócratas” que chillan que se vuelvan a su país a luchar contra la tiranía. Verán, ellos pueden venir porque todo ser humano, por el mero hecho de serlo, puede desplazarse al lugar de la Tierra que le parezca conveniente y allí establecerse, sin más obligaciones ni ventajas que los que tienen los oriundos de ese sitio. Toda limitación a este componente básico de la norma suprema de la libertad, es ilegítima. Los Estados pueden sí establecer registros de los ingresos, pero ningún funcionario debería tener el poder de negarle a un individuo, salvo el caso de que se le pueda comprobar de forma concreta y fehaciente antecedentes que lo declaren peligroso. “Es que en Europa y Estados Unidos no dejan entrar a cualquiera...”. Pésimo, lo que hacen las grandes potencias no tiene por qué considerarse necesariamente digno de ser imitado. Es más, ojalá nunca lleguen a estas tierras un montón de prácticas represivas primermundistas.

Los súbitos patriotas, que han aparecido a propósito de la oleada de venezolanos, creen que me callan diciendo, “si estás a favor de ellos, ¿por qué no les llevas a tu casa?” o “¿por qué no les mantienes?”. No lo hago por exactamente las mismas razones que no me siento obligado a hospedar ecuatorianos pobres o dar de comer a mendigos nacionales. Me han preguntado algunas veces si tengo un lema y he dicho “vive y deja morir”. Soy archirrespetuoso de los derechos ajenos, espero reciprocidad en eso y allí termina mi compromiso con la humanidad. Si alguna vez favorezco a alguien no lo sabrán, aunque no lo descarto, porque contra lo que creen los aynrandianos, sé que el ser humano es, como todo mamífero superior, un animal esencialmente compasivo y solidario... pero eso es otra cosa.

Estos Trumps o Le Pen’s criollos como argumento decisivo sostienen que los venezolanos vienen aquí a ocupar puestos de trabajo que podrían darse a ecuatorianos. No los vi tan preocupados antes del éxodo, cuando solo la mitad, puntos más, puntos menos, de la población no tenía un empleo formal. Y así ha sido por lo menos en los últimos cuarenta años. La clave de esta monstruosa distorsión está en las idiotas leyes laborales, factor decisivo para convertirnos en un país poco competitivo, subdesarrollado y pobre. Entonces, ¿por qué no protestaban en 2016 o en 1980? Porque oponerse a tan nefasta legislación es impopular, es más fácil para su pereza mental buscar un chivo expiatorio y lo hallan en los venezolanos. El nazismo y otros movimientos racistas siempre se han nutrido de la creencia en que la causa de su pobreza, que deberían buscarla en los errores de sus jerarcas, está en los extraños. Así, los holocaustos no tardan en llegar. (O)

... lo que hacen las grandes potencias no tiene por qué considerarse necesariamente digno de ser imitado.