Con la expresión “al sol que nace” nos referimos generalmente al oportunismo (esta vez me toca aprovechar a la volatilidad; a los cambios sin reflexión, sin un objetivo).
Es difícil a una persona libre disimular la vileza de este fenómeno social. Antes de explicitar el fenómeno, me identifico: Como ciudadano, sigo con atención, con reflexión y, por supuesto, también con oración, las angustias, esperanzas y gozos del pueblo, con el que el sacerdocio ministerial me compromete más.
A esta avanzada altura de mi partido vital, he mirado diversos cambios de gobierno y de gobernantes.
Quienes hagan memoria encontrarán un elemento común en los sucesivos cambios: Numerosos ecuatorianos (no todos, a Dios gracias) “cambian de camiseta”. Este cambio se realiza en los diversos niveles de la sociedad.
Pocos padres de familia dependientes expresan en su camiseta una ideología; los que la visten cuidan con ella una fuente de trabajo.
El que funcionarios acepten decisiones acordes a la orientación de los nuevos gobernantes, no fundamentalmente contrarias al derecho natural, es comprensible y respetable.
Mientras no haya en Ecuador “carrera” en la administración, los servidores públicos pueden ser sustituidos fácilmente por otros.
Desde este enfoque (o visión parcial) los empleados gozan de mayor o menor libertad, también, en proporción a la diversidad de fuentes de trabajo, estatales y privadas. En los Estados, en los que las fuentes de trabajo son total o parcialmente estatales, algunos gobernantes imponen en diverso grado su ideología a funcionarios.
Si las fuentes de trabajo dependen directamente del Estado, la libertad de los empleados en niveles medios y bajos frente a una ideología estatal es menor. De ellos el patrón Estado espera, al menos, la adhesión externa en desfiles y otras manifestaciones de masa, para “cuidar su trabajo”.
Todos estamos comprometidos en hacer posible y cultivar una democracia real y vigorosa, cultivando el dolor de pensar, la responsabilidad de elegir libremente, de defender la elección asumida, los límites de la misma.
La pobreza es un limitante de la democracia. No se suprime con regalos, que alimentan la dependencia, sino con educación y cultivo de libertad y responsabilidad creadoras. “Ganar el pan con el sudor de la frente” es garantía de libertad.
La pobreza es mala, también porque limita la libertad. Notemos: Hay otros limitantes más nocivos. Son limitantes más graves una instrucción débil y una educación enfeudada en una ideología. Radical limitante de la democracia es la atrofia del intelecto, encerrado en una ideología, presentada a los ciudadanos, especialmente a estudiantes, como la verdad completa.
Pocos no descubren la ironía de esos gobernantes que reducen la democracia a elecciones; peor aún en países, como las hermanas Venezuela, Nicaragua, en las que se suprime la libertad real de elegir, encarcelando a candidatos, o encomendando el control del queso de los votos a ratas del Partido gobernante.
° Gobernantes que, fundados en un voto, aunque haya sido libre, pretenden mantenerse en el poder, no buscan servir, sino servirse.
° Ciudadanos sin fundamentos espirituales (conocimiento y libertad), con hambre y desnudez, quedan, como desean emergentes dinastías, al sol que nace.(O)









