Esto de respirar tiene sus implicaciones. Avanzan los años y los años pierden su agilidad. Entre avances y fijaciones propias de la edad se escurren las horas. Los días dejan de ser laboratorios para convertirse en registro o depósito de aquello que pudo ser.

Se dice, con frecuencia irreverente, que ‘el papel lo aguanta todo’, pero no es verdad. No lo afirmo yo, ustedes lo saben, el papel no tiene capacidad discrecional, en consecuencia, no está capacitado para emitir juicios de valor. Quien hace que un pedazo de papel se convierta en vehículo de transporte de sueños o desengaños, que trastoque metas y confunda horizontes, es, sin lugar a dudas, la mente despierta y ágil, alejada de la frialdad de un inerme pedazo de papel. Lo que permanece en el papel, entonces, es obra y gracia de quien pone palabras que juntas significan aquello que intentamos comunicar. Quien en verdad aguanta todo es aquel lector que gusta determinado estilo o ciertos temas en especial.

A mi profesor de primer grado, Don Arcentales, ustedes ya lo conocen. No sé qué hizo él…, no recuerdo los pormenores de su didáctica…, tampoco en esos días se cultivaban, en pueblitos como el mío, temas especializados de pedagogía, metodología, didáctica o similares. Lo que sí sé es que ese maestro de la escuelita salesiana Alberto Castagnoli era nativo de Sígsig, le encantaba enseñar, amaba la naturaleza y fue él quien puso en mi camino las semillas necesarias para crear apetencias o rechazos, imborrables. ¡Un ejemplo de cuánto significa la presencia de un buen maestro en la vida de sus alumnos!

Escribí hace unos meses, en esta misma columna, respecto a nuestra educación: “En torno a la debacle educativa de la década malgastada, un ejército de excelentes maestros presencia cómo se asfixian sus propósitos entre reportes y cónclaves, cómo su fe se desvanece frente a torpes imposiciones y absurdos manifiestos. Volver a empezar, y hacerlo bien, es una decisión imprescindible”. Para decir que estamos cambiando, también en educación, es importante una revisión integral de lo actuado: planes, programas y sobre todo contenidos. Si nuestro idioma nacional es el castellano, entonces enseñémoslo como se debe, alejado de ciertas barbaridades introducidas por razones ideológicas. Urge una verdadera depuración de forma y fondo de nuestros textos al servicio de la educación.

El lenguaje fue creado para entendernos. Voy a transcribir la certificación de una obstetra entregada a quien requería un documento para trámites laborales: “Certifico que la paciente …. …., con C.I… el día … de … por presentar DX. EMBARAZO 37 SEMANAS + TRABAJO DE PARTO CIE 10. 080, se produjo PARTO EUTÓXICO SIMPLE obteniéndose producto único vivo de sexo femenino”. ¿Qué les parece, muy claro, clarísimo, verdad? Ustedes y yo –los que no somos mellizos o algo más– somos productos únicos vivos de sexo… No somos hijos ni hijas de…, quizá porque presupone una madre, una dependencia, una familia; somos fruto de un parto eutóxico simple, no de un parto normal. ¡Luis Góngora y Argote, quien al río llamaba serpiente de vidrio, se queda corto!(O)