Por: Julio Berdegué | Santiago de Chile

Las zonas rurales son lugares claves de interacción entre la actividad humana y el medioambiente e importantes espacios económicos donde hoy se hace frente a una buena parte de los desafíos ambientales tanto en América Latina y el Caribe como en el resto del mundo.

Una atención especial y detallada a estas zonas es indispensable para cumplir con la Agenda 2030. Casi ocho de cada diez de sus indicadores están íntimamente vinculados a lo que suceda con las sociedades rurales. Y dos de cada diez solo se pueden lograr en y con el campo.

Los medios de vida rurales dependen de un ambiente sano, pero a su vez tienen un profundo impacto en los ecosistemas naturales.

Actividades rurales como la agricultura, la silvicultura y el cambio en el uso del suelo, por ejemplo, generan el 24% de las emisiones globales de gases de efecto invernadero (GEI). El 70% de la pérdida de biodiversidad terrestre se debe a cambios de uso de suelo ligados a presiones agrícolas. En las zonas rurales perduran diversas formas de marginación y exclusión social: concentran al 75% de las personas que sufren hambre en el mundo. En las áreas rurales hay menor acceso a servicios de agua corriente y saneamiento.

Las actividades que se desarrollan en áreas rurales sustentan a las zonas urbanas. Les proveen de agua y alimentos, además de contribuir de múltiples formas a su salud y bienestar. Con más de la mitad de la humanidad viviendo en zonas urbanizadas, es fundamental considerar tanto las dependencias como las relaciones mutuas que existen entre lo urbano y lo rural.

Una correcta planificación territorial rural puede favorecer el desarrollo sostenible al disminuir las emisiones de GEI, mantener ecosistemas valiosos con potencial turístico y preservar las fuentes de agua. Las zonas rurales también pueden ser importantes proveedores de energía a las zonas urbanas a través de fuentes renovables y además funcionar como zonas de amortiguamiento frente a desastres, reduciendo sus impactos en lo rural y lo urbano.

Es evidente que las zonas rurales impactan y se ven impactadas por variables medioambientales. Es indispensable avanzar en una profunda transformación de las sociedades rurales, a través de una mayor comprensión de las interrelaciones que ocurren en ellas entre lo económico, lo social y lo ambiental, y de los diversos vínculos que existen entre estas y las ciudades. Olvidarnos de lo rural es ponerle un freno al desarrollo sostenible.

No podremos vivir de forma sana con entornos rurales enfermos y desamparados. No podremos alimentarnos ni enfrentar la pobreza y la desigualdad en un medioambiente explotado y contaminado.

El desafío es claro: sin sociedades y ambientes rurales vibrantes, prósperos, sostenibles e incluyentes, no habrá un buen futuro posible para ninguno de nosotros, seamos urbanos o rurales. (O)

*Julio Berdegué es representante regional de la FAO. Dafna Bitran, consultora de la FAO, colaboró en la redacción del presente artículo.