A través de la historia, si bien es cierto que no todas las guerras han tenido una motivación económica, muchas sí han sido ocasionadas por intereses de este tipo. Aun la Segunda Guerra Mundial, producto de una ideología desquiciada que llevó a genocidios, aberrantes teorías sobre la superioridad de la raza aria, y una barbarie difícilmente comparable, tuvo también como motivación que Hitler ambicionaba los recursos naturales de Rusia para la expansión alemana.

Hoy vivimos una globalización, una libertad de comercio y una interrelación entre las economías del planeta, nunca antes vista, que hacen que el costo de una posible guerra, mientras más global esta sea, produzca efectos mucho más devastadores que en el pasado.

Desde el año 1972, en que la convertibilidad del dólar por el oro se abandonó, y comenzó la cada vez mayor libertad del comercio, este se ha multiplicado muchísimo más que el producto interno bruto del mundo. Es decir, el valor de las importaciones y exportaciones ha crecido mucho más rápidamente que el valor del total de la producción del mundo.

Pero no solamente que los países dependen de intercambiar productos, entre ellos mucho más que en cualquier momento previo de la historia, sino que además la producción de los bienes y servicios está mucho más entrelazada, y es mucho más interdependiente que nunca antes en la humanidad.

En la actualidad, cuando una multinacional produce automóviles, las transmisiones vienen de un país, las llantas de otro, los componentes electrónicos de un tercero, el acero de un cuarto, y se ensambla el vehículo en un quinto.

No hay economía del mundo que no dependa de otras economías para el normal suministro de bienes y servicios, no solamente para su consumo interno, sino para sus exportaciones. Airbus exporta aviones con componentes hechos en varios países europeos y necesita turbinas y equipos de navegación que vienen de EE.UU.

En el Ecuador el camarón, o el banano, que son productos de nuestro sector agrícola, necesitan muchos insumos importados.

Adicionalmente a esto, existe una interdependencia financiera entre países y bloques. La China, por ejemplo, tiene inversiones gigantescas en bonos del tesoro de los EE.UU. Los países exportadores de petróleo tienen inversiones de trillones de dólares en acciones de compañías de los países a los cuales les venden petróleo. La lista de ejemplos es interminable.

Supongamos que explota una guerra, en la cual participan los EE.UU. y que no afecte al territorio de los EE.UU., y que para este país sea muy costosa. Supongamos además que en esa guerra la China sea totalmente neutral. Uno diría: los EE.UU. no se van a ver afectados, y la China tampoco. No esa así. Los EE.UU. tendrían que captar recursos y subir sus tasas de interés, lo cual bajaría notablemente el precio de los bonos que hoy tiene la China, que han sido comprados en una época en que los intereses han estado bajos. Es decir, siendo la China neutral, y sin que una bala llegue al territorio de los EE.UU., esa guerra hipotética afectaría el valor de los bonos que tiene en su poder la China, país que tendría entonces una pérdida patrimonial millonaria.

La conclusión es clara: el deterioro del nivel de vida de los países del mundo con una guerra, se produzca donde se produzca, es muy grande; y hoy de mayores proporciones que en cualquier periodo anterior de la historia del hombre.

Palabras como libre comercio, interdependencia financiera, bloques comerciales, integración mundial de la producción son todos términos que en sana lógica hacen más costoso el entrar a una guerra, producen un detente inicial, una luz roja encendida de peligro. (O)