¿Fue un sueño? ¿O la mera fantasía de novelista desbocada? Un salón en el que hay mucha gente y movimiento. Por una puerta entran personas ruidosas y de atuendo improlijo. Por otra, poco a poco, elegantes caballeros piden sus sobretodos y se retiran. Los miro alejarse. De pronto reconozco a unos de estos señores, es el embajador Miguel Antonio Vasco. Entonces despierto o vuelvo a la realidad y entiendo el significado de la ensoñación, porque la semana pasada este ilustre diplomático nos dejó para siempre. Lo hace en un momento en el que en el mundo y en el país parecen tambalear los valores de decencia que sostuvo en su fructífera vida. En mi espejismo lo veía con ese atildamiento que lo caracterizó siempre, con el que asistía a múltiples tenidas culturales, nitidez que no se limitaba a la apariencia, sino que resplandecía en sus escritos, como los que publicaba en su columna del diario El Comercio... o sea era mi colega, ¡qué alta nos ponen la vara algunos editorialistas! Académico de la Lengua, por si acaso.

En esos artículos, con cortesía sin afectación, nos instruía sobre temas de derecho internacional, diplomacia y geopolítica, que eran su especialidad y profesión. No era de extrañar esa claridad didáctica, pues fue catedrático en varias universidades. Diplomático de carrera, expresión que se ha de entender no como continuidad burocrática, sino como vocación ejercida con constancia, responsabilidad y formación permanente. Así desempeñó cargos en varios países, llegando a ser embajador en Uruguay, Colombia y Perú, y representante del Ecuador en la OEA. Perteneció a una generación de diplomáticos que vivió una época dura. El país caminaba al filo del conflicto internacional armado que había que evitar, mientras que el desorden político interno nos restaban credibilidad. Carácter, prudencia, conocimiento, eran indispensables, y también valor, como los demostró Miguel Antonio Vasco cuando en 1981, durante la llamada “guerra de Paquisha”, ejercía las delicadísimas funciones de embajador en Lima. En esas dramáticas horas, un grupo belicista de los militares peruanos intentando un golpe de Estado, quitó el poder al presidente Belaunde Terri, y pretendía declarar la guerra total contra el Ecuador. Debía el representante ecuatoriano alertar al gobierno de Quito sin sacar estos hechos a la luz, para evitar precipitar la situación. Se logró activar a los países garantes del protocolo que detuvieron la ofensiva militar, lo que llevó al consiguiente fracaso del cuartelazo.

Y vuelvo a la visión. Lo veo llegar a la destinación suprema. Lo reciben algunos diplomáticos que tanto honraron al país, tanto en su profesión, como en las letras, las artes y el pensamiento. Muchos de ellos conocieron a Vasco en todos los niveles de su carrera, entre ellos distingo a Leopoldo Benites Vinueza, paradigma de esta clase, que fue presidente de la Asamblea General de Naciones Unidas, cuya talla honró a ese cargo y no a la inversa. Grandes hombres, solo la mala fe y la ignorancia pudieron vilipendiar a nuestra diplomacia que en realidad ha sido prez y fortaleza del Estado ecuatoriano. (O)