Celebramos el Día de las Madres. Pausamos nuestra rutina para recordar la noble, sacrificada e incansable misión del ser que nos dio la vida.

Una madre es valiente, esforzada para enfrentar batallas día a día por sus hijos y hogar. Una madre protege y reconforta a los hijos que depositamos en ella nuestros temores buscando abrigo o consuelo. Un beso y un abrazo suyos se convierten en la mejor medicina para un dolor, y lo mejor de todo es que la conseguimos sin horario. Su día empieza a las cinco de la mañana, corriendo nos levanta y prepara desayuno para enviarnos a la escuela. Su día termina muchas veces a la medianoche, y se repite la rutina sin que exista un solo reclamo porque su amor le impide quejarse de ese sacrificio, pues está convencida de que sus tareas empiezan cuando nacen los hijos; y ese pacto, que lo hizo con el corazón para toda la vida, no tiene vencimiento, pues incluso desde el cielo dará siempre su bendición. Hoy quiero darle gracias a todas las madres del mundo, pero sobre todo darle gracias a mi mamá.(O)

Cristhian Castro Velasteguí,
Guayaquil