Apreciado Lenín: Me dirijo a usted muy preocupada, pues aunque tenga las mejores intenciones, no parece estar rodeado de personas que tienen verdadero afán por mejorar las cosas. Como resultado, lo poco que pueda proponerse parece estar signado por el fracaso.

Le doy un ejemplo muy concreto. La Ley Orgánica de Cultura estipuló la creación del Instituto de Fomento de las Artes, Innovación y Creatividades, Ifaic. Para seleccionar al director ejecutivo se llamó a un concurso que no fraguó porque daba un plazo de apenas cinco días para presentar documentos, además de que parecía que el perfil estaba destinado a alguien muy específico.

Un acuerdo ministerial convocó a un nuevo concurso de merecimiento y oposiciones, esta vez con un procedimiento establecido. Pero la prueba psicométrica se pospuso sin explicaciones y luego se aplicó en línea, sin que, como en otros casos, el sistema muestre inmediatamente su puntaje al candidato.

No todos pudieron participar en esta etapa. Matías Bernal, quien lidera Círculo Artes Escénicas desde 2004, fue descalificado, mientras que un consultor jurídico y una ingeniera agrónoma pasaron holgadamente.

Es más, el consultor jurídico obtuvo puntaje perfecto en la entrevista, lo cual no sorprende ya que esta versó sobre artículos de la ley y la diferencia entre presupuesto codificado, asignado y devengado, en lugar de identificar conocimientos sobre gestión artística, creativa o de innovación. La ingeniera agrónoma temporalmente responsable del Ifaic no se quedó muy atrás. Ella fue considerada a pesar de que no tiene un perfil que suscite en nosotros la certeza de que es la candidata más indicada.

Cuando fui al Festival de Cannes envidié la gestión del Estado colombiano para definir y ejecutar planes y programas de fomento al cine. Era evidente que sabían cómo organizarse, lo que tenían que decir, y lo que estaban haciendo. No denuesto lo que Ecuador hizo en esa ocasión, pero claramente somos todavía neófitos, y no ayuda que cargos como la dirección del Ifaic sean puramente políticos, para las llamadas “personas de confianza”.

Quienes ya se han beneficiado desde el anterior régimen, y esperan que les caiga algo, han guardado como siempre silencio cómplice. Solo cuatro candidatos, que simplemente buscan que se hagan las cosas bien, y no obtener el puesto a toda costa, redactaron y suscribieron una carta de queja.

En este punto, como presidente del país usted debe exigir que el ministro de Cultura elija a la persona que verdaderamente puede orientar al Ifaic para que enfrente los retos que se vienen con la necesaria claridad sobre a dónde debe ir y qué debe lograr y cómo. El país sabrá apreciar que tenga capacidad directiva demostrada, además de la habilidad de gestionar y administrar fondos para proyectos propios o ajenos. Un título de pregrado y posgrado en áreas verdaderamente afines tampoco estaría de más.

No corramos el riesgo de depender de la voluntad de personas que pueden ofrecer quedarle bien, pues la intención no es lo que cuenta. Aunque todavía no se comprenda la naturaleza y envergadura del Ifaic, sería trágico desperdiciar lo poco o mucho que pueda dar. Atentamente, Irene Torres. (O)