Esta nota –cuya redacción finalizó el día 28 de este mes– trataba de complementar algunos aspectos relacionados con la definición del Plan Económico 2018-2021, comentados ya en esta columna en al menos dos anteriores entregas. Coincide esta vez con la difusión del último análisis de PROEstudios y sus estimaciones mensuales sobre el desempeño de la economía ecuatoriana en el corto plazo, que se resumen en el índice de actividad Imacro.

El Imacro es el resultado de un modelo de predicción para la economía de Ecuador, del tipo del “Indicador Mensual de Actividad Económica, Imacec”, de Chile; del “PIB mensual”, construido por el INEI de Perú (oficialmente, Índice Mensual de Producción Nacional); y, del IMAE/IVAE, de algunos países de América Central.

Metodológicamente, los índices mensuales de actividad son la síntesis de varios indicadores referidos a las distintas “ramas” de la producción; incluyen correcciones de variaciones estacionales, datos de la “tendencia de fondo”.

Según la evaluación mensual de PROEstudios, el indicador macroeconómico de actividad productiva al mes de enero de 2018, registró 139,9 puntos (136,7 en enero 2017). Hubo una fuerte corrección estacional positiva que llevó al Imacro corregido de variaciones estacionales (CVE) a 140.5 (139,9 en diciembre 2017).

A partir del tercer trimestre del año pasado, el desempeño de la economía se muestra inestable, reflejando los “efectos” del endeudamiento externo, “mecanismo dinamizador” de la economía. La economía está –según ese estudio– afectada por una ‘ilusión óptica’: la profunda caída de 2016, que deja la sensación de que el presente es ‘boyante’, aun en medio de fuertes desequilibrios.

Los indicadores del sector real, de evolución poco clara, están –en el Imacro– en un nivel aceptable. Al carecer, desde hace muchos años, de un plan de mínima, referencia de orientación del aparato productivo, esos indicadores dejan ver influencias aleatorias básicamente provenientes de las exportaciones, que prolongan la inercia precipitada por el gasto público y su influencia en el crecimiento del ingreso de sectores medios.

Sin embargo, el “ciclo del producto” de varias empresas comienza a agotarse y, pronto, parece, se acumularían otras restricciones, en un entorno global aún adverso a la disciplina fiscal, lo que precipita dificultades en el frente externo, en los precios y en el empleo.

Tal es el contexto que debía enfrentar el Plan Económico, corroborado (¿por ser una semana tan especial?) por las recientes “confesiones” (¿) de un ministro de la política (¿)sobre la posición del IESS –éticamente insostenibles–, y por las del exministro de Economía y Finanzas, quien también “confesó” que el “arreglo” de los desacuerdos internos toma tiempo y que tal era razón de la tardanza para enfrentar las dificultades (¿supone esto que nunca hubo un proyecto de país?).

En fin, la tendencia global del Imacro, en enero de 2018 es mejor que la de un año atrás y supera largamente la tasa de enero de 2016. Desde alrededor de agosto 2017 la economía estaría aún creciendo: el PIB “petrolero” no caería, mientras el índice de la actividad “no petrolera” baja, manifiestamente, desde agosto del 2017.

En relación con los precios, del análisis de los cambios mensuales del índice respectivo se detectan, según PROEstudios, señales “anormales”. Desde junio de 2017 a febrero 2018 hay cinco caídas de precios, a nivel mensual. Desde septiembre 2017, seis, lo que implica que la economía de Ecuador está técnicamente en deflación. Si bien la magnitud de la baja no es significativa, hay una clara alerta.

Por tipo de bien o servicio, la situación es más complicada. Hay sectores que muestran doce meses consecutivos de decrementos anuales, con tasas preocupantes (prendas de vestir; muebles y artículos para el hogar, por ejemplo).

Se plantean en este escenario, para PROEstudios, algunas inquietudes sobre esos resultados: ¿hay algún cambio metodológico en las estimaciones del índice de precios? Caso contrario, entonces, la tasa de beneficio sería tan elevada que permite un recorte de magnitud. Asimismo, ¿por qué el volumen del IVA no baja de forma consistente con la evolución de los precios?

...Esto, no obstante, debería ir aparejado a un cambio de modelo de política macroeconómica, aspecto sobre el cual persisten interrogantes. Difícil encrucijada que en lo político refleja disputas e intereses no zanjados. ¿El modelo actual es garantía de un cambio durable?

La deflación duraría diez meses en el caso de los bienes transables. ¿No hay protestas porque estos bienes estarían siendo reemplazados por importados, en empresas multiestablecimiento que habrían sustituido producción –o ensamblaje– por compras del exterior?

Es claro que la dolarización “se llevó la competitividad” y dejó precios y márgenes muy altos: ante la baja de la demanda, ¿estos se alinearían a los de los bienes extranjeros, más bajos?

En otra perspectiva, ¿cuánto pesan los costos salariales en un contexto de erosión de ventas? ¿Explica esa situación la magra evolución de los indicadores de empleo? Se han registrado 120.000 nuevos contratos laborales en el Ministerio del Trabajo, pero ¿en qué ramas? ¿Por qué en el análisis oficial de los agregados trimestrales se señala que el crecimiento del PIB se explica por la fortaleza del consumo, si la deflación expresa debilidad de la demanda?

La inflación en los bienes no transables castiga al consumidor, y podría –entre otras– revelar expectativas pesimistas; rigidez y baja productividad en el mercado laboral; o, mejoramiento de los ingresos de la población y mayor demanda de este grupo. ¿Qué factores pesan en las tendencias observadas? Esto, ¿fue claro en el marco de la definición del Plan?

De su lado, la baja de precios aumenta la tasa de interés real. ¿Está interesada la banca ecuatoriana solo en mejorar sus rendimientos de corto plazo amenazando la recuperación de toda la cartera?

Los niveles de las tasas de interés fijadas por el BCE son altos en relación con las condiciones de la coyuntura. En círculos especializados se estima que antes que mantener un determinado nivel de beneficios sería preferible ajustar dichas tasas a la baja: el menor volumen de utilidades del sistema financiero en el corto plazo, ¿podría dinamizar la inversión privada por la vía del canal de crédito y mejorar el clima de negocios y la rentabilidad futura?

Esto, no obstante, debería ir aparejado a un cambio de modelo de política macroeconómica, aspecto sobre el cual persisten interrogantes. Difícil encrucijada que en lo político refleja disputas e intereses no zanjados. ¿El modelo actual es garantía de un cambio durable?

Como fuere, lo fiscal continúa siendo la restricción más fuerte para el logro de los equilibrios básicos. ¿Pensar en reglas fiscales, como había sido ya planteado? Las reglas fiscales (y de deuda, por supuesto) privilegian el enfoque por prioridades y generarían un clima propicio para la reactivación de la inversión privada y el empleo. ¿Posible?

¿Ha sido pues el Plan definido como un conjunto global e interrelacionado de alternativas anticrisis, que apunte a la consecución de los equilibrios; a la mejor inserción externa; a la consistencia macro/micro, en condiciones de optimización regulatoria, seguridad jurídica y permanente búsqueda del mejoramiento productivo y de control de las expectativas? ¿Se ha previsto el financiamiento apropiado de los programas sociales y la recuperación urgente del IESS? De la orientación de este Plan dependerá definitivamente el futuro del país. (O)