Después de que los ecuatorianos soportamos una tarde de declaraciones y acusaciones mutuas entre el fiscal general y el presidente de la Asamblea Nacional, un episodio más en la secuencia de hechos en el drama o más bien tragedia de la corrupción, que nos dejó atónitos, tristes, enfurecidos, se destituyó de su cargo al presidente de la Asamblea y se decidió llamar a juicio político al fiscal, creció el suspenso acerca de quién sería la persona que asumiría la dirección de la Función Legislativa.

La elegida fue Elizabeth Cabezas, de Alianza PAIS, el partido liderado por el presidente de la República. Enseguida se comenzó a hablar de una reconformación de las distintas instancias de la Asamblea.

Los ciudadanos seguimos los distintos movimientos. A algunos sorprenden las coincidencias de la votación de las distintas bancadas que parecían irreconciliables, entonces, empieza a hablarse de componendas y de que volvió el viejo país.

En realidad, no es deseable que vuelva el pasado, ni el remoto, ni el inmediato, ni el de los acuerdos tras bastidores, ni el del dominio absoluto de un grupo que mostraba con arrogancia, que creían que eran los únicos que sabían cómo todos podríamos ser felices. Los hechos demostraron los resultados y nos ubicaron en la realidad.

Esperamos que los ciudadanos elegidos para representarnos, realmente, lo entiendan así, una vez en funciones, no se deben a sí mismos, a su familia, a sus amigos, a su partido, sino al país y a sus ciudadanos. Su tarea es respetar el mandato de la Constitución y de las leyes y actuar en consecuencia, con responsabilidad y honestidad.

Si todos están en la Asamblea para legislar y fiscalizar por el bien del Ecuador, si ese es el encargo que han recibido y el objetivo común, no debe sorprendernos que dialoguen y busquen acuerdos y deben hacerlo con transparencia, con argumentos, sin convertir la oportunidad en un toma y daca, sin grabaciones clandestinas para usarlas cuando les convenga.

La Asamblea está en deuda con el país, una década de legislar desde una sola visión y de rechazar la posibilidad de fiscalizar ha tenido consecuencias que lamentamos estos días.

Tenemos que mantener actitud de seguimiento de los hechos de corrupción y de los cambios políticos que se han dado, pero también debemos recordar a quienes asumieron las diversas funciones, cualquiera que sea el grado jerárquico que tengan, que el país no puede esperar. Debe afrontar la realidad de una deuda exorbitante, una economía que reclama decisiones adecuadas, atención prioritaria en lo social, especialmente, educación y salud, sin lo cual no hay desarrollo humano posible y un porcentaje importante de la población que clama por un empleo.

Si para encontrar soluciones y ponerlas en marcha, los distintos grupos políticos deben coincidir, no debemos aceptar la excusa de que no votan por la moción de los otros, a quienes consideran sus competidores y no sus colegas, en busca de un futuro mejor para todos.

A los ciudadanos, en general, nos corresponde actuar como ciudadanos informados, críticos y participantes, que exigen a sus representantes que actúen como tales. (O)