El viejo seudoacademicismo criollo, exacerbado por las autoridades universitarias nacionales de la década pasada, exige a nuestros docentes universitarios la escritura y publicación de artículos en cualquier revista con tal de que sea indexada. A continuación, cuatro rasgos comunes de aquellos artículos que pasan esa prueba en nuestra comunidad seudoacadémica, basados en las “imposturas intelectuales” de Alan Sokal y Jean Bricmont:

1. Cuantificación. Pocas cosas parecen tan “científicas” como el recurso de las matemáticas y la estadística en cualquier escrito que aspire a su publicación. La exhibición de fórmulas, algoritmos, gráficos y cifras acerca de cualquier asunto deslumbra a casi todo el mundo. Nada es tan científico, exacto, verdadero y universal como las matemáticas. El despliegue de números compensa la falta de argumentación, la carencia de imaginación, la pobreza del discurso o la banalidad del tema supuestamente investigado. Además, el recurso de la cuantificación suprime la indeseable “subjetividad” y la abominable “opinión”.

2. Citación. La profusión de citas y referencias bibliográficas casi nunca falla, observando ciertas reglas básicas. Reunir en un solo artículo apellidos heteróclitos como McLuhan, Lacan, Dworkin y Hawking es una proeza artesanal más que intelectual, pero seducirá a los lectores inadvertidos incluyendo a los comités editoriales de algunas revistas, como lo demostró Sokal hace veinte años. No importa si las citas son pertinentes, lo que interesa es que sean muchas, “por lo menos del 2014 en adelante”, y que cumplan la norma APA o la establecida para esa publicación. Además, mejor si la cita se pone en lengua extranjera, aunque el libro ya esté traducido. Se toleran las citas de algunos que no publicaron nada nuevo en los últimos siglos, solo porque son los clásicos.

3. Confrontación. Un recurso ya presente en los diálogos platónicos, y vigente hasta hoy. En el presente consiste en argumentar frente a un contradictor fallecido, existente, presente, ausente o imaginario, al que se presentará como desactualizado, desinformado, descontextualizado o intelectualmente discapacitado. Poner la falta en el otro es una buena manera de disimular la falta propia. Adicionalmente, ello permite al autor del artículo aparecer como el que posee todo el saber, toda la información incluyendo la más reciente y el monopolio de la verdad. Una estrategia convincente y a la vez intimidante para el lector: no te metas a discutir con el sujeto supuesto saber.

4. Infatuación. Es decir presunción del yo, “creerse algo y alguien”, como una condición previa para la autorización de sí mismo. La pose y el gesto cuentan tanto como el escrito. Posar como una autoridad en la materia para ser reconocido como tal en la tierra de los ciegos. Además, para descalificar el criterio o la opinión de cualquier contradictor que no sea una autoridad superior en el tema. Descalificar a quienes invaden el coto de caza propio permitiéndose opinar sobre algo en lo que “yo soy el experto”: una tentación en la que pueden caer sociólogas, físicos cuánticos, feministas, generólogos, psicoanalistas, comentaristas de fútbol, coroneles, proctólogos, comunicadoras, etcétera.

No garantizo que de esta manera se logrará la publicación de un texto en una revista seria, pero para nomás de complacer el espíritu que concibió Yachay Tech y poder conservar la cátedra, con esto puede bastar. (O)