A la que concurro semanalmente nos va bien, a mi parecer. Nos reunimos siempre los lunes, en la Universidad Santa María, que nos dio cabida, desde las reuniones preliminares, en el 2005.

En los últimos meses hemos promediado casi una decena de asistentes, por reunión. La mayoría varones; pero, siempre hay una o varias damas, lo que ayuda a equilibrar las visiones.

Nos encaminamos pues a completar 13 años, y se nota que el interés por encontrarnos, leer documentos o escuchar trabajos propios o ajenos, comentarlos, así como los acontecimientos de los últimos días y contrastar las afirmaciones o tesis que se expresan, nos estimulan y fortalecen en amistad, tolerancia, así como aumenta la ilusión de buscar, señalar y sugerir soluciones apropiadas para los diversos problemas que tratamos, fundamentalmente cívicos y políticos.

Las expresiones, comentarios, experiencias y juicios personales que se emiten con sencillez, afabilidad y sentido del humor, siguen siendo una invalorable fuente de conocimientos y sugerencias, que ayudan a la reflexión y sirven para plantear soluciones a los problemas cuyo tratamiento se propone libremente, para que cada concurrente, según su buen juicio, las utilice o las ignore.

Sin duda es una incubadora de soluciones que cada cual puede aceptar o rechazar para poner o no en práctica, según su leal saber y entender, siempre sin comprometer al grupo.

¿Qué hicimos el 26 de febrero de 2018?

Comenzamos analizando los cambios en la prensa, por su transformación en la era digital y programas de entrevistas.

Reflexionamos sobre el rol destructor que pueden tener ciertas políticas, puestas en boga por determinados gobernantes en América Latina, así como la influencia que logran tener políticas mundiales que adoptan ciertos grupos de gran presión económica.

Destacamos la ineficacia de ciertos funcionarios públicos mal seleccionados, cuyas actuaciones pueden convertirse en desastres administrativos, perjudicando a la colectividad.

Lamentamos la flexibilidad que se suele tener con funcionarios públicos ineficientes o inescrupulosos, que producen daño a la comunidad.

¿Acaso respetan el compromiso que realizan al posesionarse de sus cargos?

Nos planteamos: ¿Hay crisis de valores? ¿Qué podemos hacer?

También anotamos la presente tendencia a no valorar lo bueno que tenemos y admirar lo positivo que ocurre en otros países.

Nos planteamos: ¿Qué pasó con el Plan Nacional de Desarrollo? ¿Ha sido evaluado técnicamente su cumplimiento? ¿Se conocen resultados?

¿Qué hace actualmente Senplades?

Lamentamos que generalmente no se piensa ni se actúa en onda de solidaridad, especialmente para con los más necesitados, sino desde perspectivas de intereses particulares.

Entonces resaltamos la falta de apropiada solidaridad social que debe superarse.

Concluimos que se necesita sentido de comunidad, que parta de grupos sociales, adecuadamente estructurados, para lograr fines altruistas.

Uno de los problemas principales que detectamos es que nuestros procesos educativos suelen ser individualistas y no comunitarios.

Nos cuestionamos: ¿nos educaron y educamos para la solidaridad social?

¿Qué falta para organizarnos en células cívicas, que reflexionen, busquen y propongan soluciones a problemas sociales, que realmente puedan ponerse en práctica?

¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)