A los ecuatorianos ya nada nos sorprende cuando de escándalos se trata. Hemos llegado a un punto peligroso en el cual prácticamente se puede decir que estamos acostumbrados a todo. Ya nada nos espanta, ni nada nos mueve el piso. Me atrevería incluso a afirmar que estamos como a la espera de que aparezca algo nuevo.

Obviamente hay revelaciones más impactantes que otras.

Uno de los capítulos más sonados de los últimos días es la serie de acusaciones entre Pólit y Baca por el llamado 30-S.

Para ser francos, todos sabíamos –o al menos sospechábamos– acerca de la falta de transparencia con la que se manejó la información relacionada con este asunto.

Esta página de la historia debe ser, sin duda, una de las más extrañas y contradictorias en cuanto al número y contenido de versiones oficiales.

La falta de acceso a la prensa independiente se justificó por calificarse como un asunto de alto interés nacional. Esta restricción significó que toda la información con la que contamos hasta hoy la hemos recibido a través de un equipo caracterizado por analizar los hechos desde el punto de vista particular de quien detentaba el poder máximo. Y es así como dentro de los informes y demás documentos que se presentaron para tratar de “vendernos” la versión del presidente Correa, hubo siempre una serie de cuestiones que sonaban más a película de Hollywood que a realidad nacional.

Con lo cual básicamente nos toca dudar de todo lo que sabemos.

No podemos tampoco dar crédito absoluto a un personaje cuya palabra se encuentra empañada por varios procesos abiertos en su contra.

Lamentablemente, por ahora, hay varios asuntos en los que él debe aclarar su nivel de participación y eso definitivamente resta fuerza a cualquier otra “revelación” que pretenda hacer, sea en la materia que fuere.

Por su parte, el famoso informe de la comisión especial que estudió los hechos tampoco es una verdad absoluta. Pues, por un lado, ellos debieron moverse entre las simpatías de sus miembros, que definitivamente influyen al momento de interpretar los hechos; y, por otro, entre información reservada, que nunca sabremos hasta qué punto se quiso verificar.

En esta mezcla de cosas, los ciudadanos ya sospechábamos de que la millonaria campaña publicitaria que se desplegó luego de tan duro día pretendía despertar un sentimiento nacionalista para cubrir con este un episodio totalmente tirado de los cabellos.

Sea o no que el fiscal mintió en su informe, que Pólit sabía y calló, o que quienes participaron del hecho mintieron y escondieron evidencias, lo cierto es que a estas alturas ya nunca sabremos la verdad acerca de algo que debió ser tratado con la seriedad y transparencia que el país merecía.

Una vez más nos encontramos ante un caso de falta de madurez y cordura, que derivó en un manejo irresponsable de la crisis del 30-S, una característica muy constante en el gobierno de Correa.

Los ciudadanos solo queremos paz y tranquilidad para poder trabajar, producir, progresar. Que se terminen los escándalos que nos hacen daño, y que aunque parezca que nos hemos acostumbrado, nos siguen quitando la fe en los mejores días que soñamos para nuestros hijos.

Pero por ahora, parece que seguiremos esperando más capítulos. (O)