El eslogan de la Policía es “Confianza y transparencia”. Al hablar con víctimas de delincuentes, es evidente que la mitad o más no denuncia, al inquirir por qué, casi invariablemente contestan: ¿Para qué?, siguen explicaciones que mencionan la inutilidad del acto de denuncia, pérdida de tiempo y dinero, el maltrato ligado a la futilidad de la experiencia, el haber pasado por extorsiones previas de los agentes encargados de investigar, el miedo a dar información que expone a más riesgos de asaltos, etc. Las personas que sí denuncian tienen más malas experiencias que contar: la demora de la Policía en llegar, la evidente desidia en su accionar, la casi nula investigación para además tener que soportar frases de los policías como: “La escena ha sido manipulada”, porque las víctimas han tocado sus cosas (aparentemente tomar las huellas de los que viven ahí no descarta el problema), “agradezca que no les hicieron más daño”, “seguro fue la empleada”, “no ha sido mucho lo que le robaron”, y así una serie de estupideces que muestran no solo la pereza, sino la ausencia absoluta de empatía frente a los vulnerados. El asaltado tendrá luego que perder muchos días en denuncias y trámites para evitar que le cueste más el robo por la utilización de sus pertenencias o documentos robados en otros actos delictivos, y si llega a conocer al agente encargado, será para constatar que no habrá investigación.

En cuanto a la transparencia, las impresiones son igual de malas. Como casi todas las estadísticas nacionales, las de seguridad son proporcionadas al país y agencias internacionales por la propia institución que las muestra anualmente. Los datos nacen de información de la misma Policía o de encuestas pagadas por el Gobierno. Muy pocas y de muestras estadísticas pequeñas son por fuera de la institución. La posibilidad de manipulación es indiscutible. Es también obvio que sin información empírica basada en evidencia de instituciones ajenas a los encargados de seguridad, es prácticamente imposible conocer la realidad y cambiarla. Si no hay información diaria, de calidad y cantidad adecuada, con actualización continua, acceso fácil, controles rigurosos externos, ¿cómo se pueden disminuir riesgos y mejorar la seguridad ciudadana? Es probable que ni policías de campo ni de rangos superiores tengan incentivo alguno para hacer el trabajo de investigación y resolución de casos. ¿Cómo se evalúa a cada policía? Los ascensos dependen de la calificación del jefe inmediato superior basada en esfuerzos mínimos, no en eficiencia de resolución de crímenes, los vecinos no participamos en esas evaluaciones, tampoco los denunciantes de casos. Los riesgos de corrupción por todo esto son también evidentemente altos.

A falta de confianza en los policías lo que sobran son dudas. Dudamos de que trabajen, más allá de presentarse a tiempo en su unidad y llenar partes que no sirven ni para hacer estadísticas. En ciudades donde ha disminuido el crimen lo primero por implementar es acceso a información diaria y consiguiente acción disuasiva. Verificación y estadística de cada caso, monitoreo de cada agente, coordinación entre agentes y vecinos, evaluación externa académica libre de políticos de turno, en definitiva institucionalidad. Es urgente crear sistemas de seguimiento que funcionen, que no solo tengan miembros del Gobierno, sino que participen policías, autoridades civiles de carrera, miembros de la academia y la población. (O)