El sector agropecuario solo se podrá rehabilitar con el estudio y la identificación de los problemas que lo aquejan, el entendimiento y descripción de las causas que los generan, y la consecuente puesta en marcha de propuestas técnicamente elaboradas, con competencia y conocimientos específicos para cada área por redimir.

Entre otras cosas puntuales y complementarias, los mayores problemas de la agropecuaria tienen que ver con la productividad, la comercialización y el financiamiento, tres temas primordiales que agregan su propia problemática, pero que están inexorablemente relacionados entre sí, puesto que de su interrelación depende en gran parte la rentabilidad resultante, rentabilidad que se ha desvanecido para el pequeño y mediano productor debido a la inacción y desidia de los últimos gobiernos, incluido el actual, lamentablemente.

Necesitamos conocimiento de causa, preparación técnica, y experiencia en los equipos de gobierno responsables, porque el camino es la preparación de proyectos de desarrollo que restauren la viabilidad de la actividad, pero concomitantemente requerimos la reestructuración de algunas políticas y reglamentaciones que afectan directamente el desenvolvimiento del sector.

Las políticas para financiamiento agropecuario, por ejemplo, son un verdadero desatino, concebidas sobre una óptica radicalmente lucrativa, que prioriza la valoración de bienes en garantía con el único fin de recuperar por vía coactiva los capitales colocados, sin siquiera evaluar la factibilidad de los proyectos financiados, que son la verdadera fuente de repago de los préstamos recibidos.

Jamás podrá el pequeño y mediano productor alcanzar la tecnología necesaria para responder nuestras exigencias de productividad si le truncamos el acceso al financiamiento para equipo y maquinaria, edificaciones, infraestructura y asesoría técnica, porque sus pequeñas propiedades no alcanzan los niveles de garantía exigidos, y en su entorno social y económico no encuentra garantes con la solvencia demandada.

Pero los proyectos de desarrollo no alcanzan el éxito por la cobertura de las garantías constituidas, sino por la buena planificación y ejecución técnica de estos, esquema que nuestras autoridades parecen no entender.

Aunque sin justificar, puedo entender que la banca privada extreme las seguridades para la recuperación de sus capitales, pero tratándose de la banca pública es absurdo que se menoscabe el acceso a los préstamos útiles, forzando la posibilidad a solo préstamos pequeños, que insuficientes para la adquisición de tecnología, solo sirven para endeudar más al prestatario.

Señor presidente, el trabajo en el campo es duro, es excitante y liberador, pero sacrificado, los pequeños y medianos productores asumieron ese destino por herencia ancestral y están acostumbrados a estas faenas, ellos no necesitan limosna, es más, les hace daño porque tergiversa los valores y hasta los objetivos.

Ya no más caridades por favor, solo ayúdeles a que puedan trabajar con seguridad, proporcióneles las condiciones necesarias para que puedan hacer lo que saben, olvídese de los obsequios tan caritativos como inservibles, reestructure las políticas de crédito, reordene los términos y condiciones para su acceso, rectifique esa absurda ley de aguas que cobra desquiciados valores por un servicio que ni siquiera ofrece, y que nos hace sentir intrusos en nuestra propia tierra.

No más kits, no más urea, no más bonos ni extrabonos, que la pobreza no se combate con dádivas; necesitamos programas de gobierno que se implementen como verdaderas políticas de Estado, que perduren en el tiempo de manera sostenida, real y efectiva, que promuevan el trabajo digno y solidario, no la mendicidad. (O)

Jamás podrá el pequeño y mediano productor alcanzar la tecnología necesaria para responder nuestras exigencias de productividad, si le truncamos el acceso al financiamiento para equipo y maquinaria, edificaciones, infraestructura y asesoría técnica, porque sus pequeñas propiedades no alcanzan los niveles de garantía exigidos...