Dejemos la economía y la política este día. Abordemos algo distinto, más interesante, por su proyección: la literatura. Dos libros, publicados entre octubre del 2016 y noviembre del 2017, llamaron mi atención de lector. Polémicos y largamente comentados: no solo por las historias personales que están detrás, cuyo juicio no nos corresponde, sino por la condición y calidad literaria que muestran sus autores: el expresidente francés François Mitterrand (1916-1996), político que supo trascender; y, el gran escritor Albert Camus (1913-1960), hombre libre, esencialmente, Premio Nobel de Literatura 1949.

Los publica la prestigiosa editora francesa Gallimard. El primero, Cartas a Anne (Lettres a Anne 1962-1995, Gallimard, París, 2016), contiene las 1.218 cartas de amor que entre 1962 y 1995 envió el presidente Mitterrand a Anne Pingeot. Se las difunde el año en que se celebraba el centenario del nacimiento del expresidente. Libro extenso, 1.276 páginas, en el que, según se ha señalado, “sorprende la calidad literaria de esa correspondencia y el estilo del estadista, quien fue gran amante de la literatura”.

La primera carta está fechada el 19 de octubre de 1962, cuando Anne tenía apenas 19 años. Desde el punto de vista legal era aún considerada menor de edad. Mitterrand (46) y Pingeot (nacida en Clermont Ferrand) se habían conocido en el balneario de Hossegor, costa atlántica de los Landes, sur oeste de Francia. Mitterrand estaba casado, desde 1944, con Danielle Gouze, y era padre de dos hijos, Jean-Christophe y Gilbert. Para entonces, el futuro presidente había ya desempeñado varias funciones en la administración pública gala.

En perspectiva, Mitterrand fue el gran seductor de la política de su país. Más de 20 años después de su muerte esa faceta de su personalidad volvió a cautivar a Francia. Se dice que las cartas muestran un lado que nunca dejó entrever su imagen pública. Están escritas en un lenguaje que maravilló a los críticos literarios. Dice alguien que “no sorprende que el lanzamiento del libro… haya generado un estallido de nostalgia por el gran hombre, comparados a aquel en el que parecen marchitarse los presidentes de hoy en día”.

El estilo literario de Mitterrand proyecta una imagen contraria a la del casi “faraón” que siempre había dejado ver de sí: en las cartas se vuelve humano, sensible, hasta tierno. Esto, aunque parece que las escribió pensando –precisamente– en su publicación futura. ¿Será por eso que en las cartas describe su ruta a la presidencia de Francia y su visión del mundo, del hombre y su filosofía política?

Su calidad de hombre y político se revela en varios pasajes de esta historia muy personal. Al azar, por ejemplo: “El equilibrio de la acción y de la meditación, del amor y del don de dar de sí, de la libertad y la austeridad, es el primer secreto de una vida fecunda… Sabes cuánto yo creo en la libertad, que vale tantos sacrificios. Pero la libertad se afirma por la abnegación (p. 241).

Para los críticos, las cartas recuerdan lo que para muchos significó tener un presidente que estuvo a la altura de esa posición.

La misma Gallimard publicó también, a finales del pasado mes de noviembre, las 865 cartas de la correspondencia entre Albert Camus y la comediante María Casares (Correspondance 1944-1959, Gallimard, París, 2017). La hija de Camus, Catherine, que prologa el libro, dice que “sus cartas hacen que el mundo sea más vasto, el espacio más luminoso, el aire más ligero, simplemente porque ellos existieron”.

María Casares y Albert Camus se encontraron por primera vez el 6 de junio de 1944, el día del desembarque aliado en Normandía. Ella tenía entonces 21 años y Camus 30. El escritor estaba ya casado con Francine Faure, madre de los gemelos Catherine y Jean Camus. Se encuentran en Oran, en la amada Argelia del escritor. Luego del rompimiento precipitado por María al enterarse del compromiso que mantenía Camus, vuelven a coincidir después de 4 años, en París, un 6 de junio de 1948 y ya no se separarían hasta la muerte del filósofo, el 4 de enero de 1960, en un accidente automovilístico, cerca de la capital francesa.

Por cierto, entre las pertenencias rescatadas ese fatídico día se encontraría el manuscrito de El Primer Hombre, una autobiografía que Camus casi había terminado (se publicaría mucho más tarde, en 1994) y que dedicaba a su madre analfabeta, de esta forma: “A ti, que nunca podrás leer este libro”.

Camus frecuenta abiertamente a María Casares desde entonces. Las cartas recopiladas en el libro incluyen también las de María al escritor. Se recogen, todas, en casi 1.300 páginas. La última de Camus está fechada el 30 de diciembre de 1959. Dice premonitoriamente, que esa sería la última, refiriéndole que haría un viaje por carretera.

Un pasaje de una de las cartas recopiladas: “Descenderemos juntos hacia el sol. Vendrá un tiempo en el que a pesar de nuestros dolores seremos más ligeros, felices y verídicos” (p. 398). Las cartas de Camus están muy volcadas a la exaltación de su relación personal (“En un mundo horrible y oscuro, tu luz!”, p. 1269), en medio de sus límites y contradicciones. Dejan reafirmar aquello que dijo alguna vez: “No ser amados es una desventura; la verdadera desgracia es no amar”.

Siempre, sin perder de vista que “la única manera de lidiar en este mundo sin libertad, es volverte tan absolutamente libre, que tu mera existencia sea un acto de rebelión”, Camus fue un hombre profundo, en su propio ser y en su proyección hacia la sociedad.

Mitterrand y Camus deben ser repasados. Ambos fueron hombres que, como lo señalaba Camus, nunca adquirieron “la costumbre de vivir antes que la de pensar”. Fueron exactamente lo contrario. ¡Que falta hace ahora!