Existe coherencia cuando hay armonía entre lo que se piensa, lo que se dice y lo que se hace.

La mayoría de nuestros políticos de antaño, presidentes y diputados, fueron sin duda personas que estaban vinculadas al ejercicio de su razonamiento, no tenían dueño. Hoy, las cosas son distintas.

Los valores han cambiado, la moral es relativa y la ética es ave de paso, vivimos tiempos donde es común observar a diario que las tesis y los planteamientos elementales que antes se defendían a rabiar, son ahora cínicamente negados por el solo hecho de que sus interlocutores cambiaron de patrón. Durante 10 años pocos funcionarios públicos se atrevieron a pensar. Pusieron sus cerebros en modo de siesta. Algunos cuantos no osaban decir sus pensamientos si acaso contradecían al “pastor” del rebaño; cuando se atrevieron a pensar diferente y a decirlo, salieron disparados por la ventana, perdieron su poder, su influencia y su espacio político que siempre fue una dádiva del caudillo. Muchos y muchas, como dicen algunos “oficialistos” y oficialistas, ignorantes de la forma correcta de expresarse, no hubiesen llegado ni a conserjes ni mucamos sino fuera por su servilismo calculador.

Estamos ante un remedo de nueva era. Quisiéramos creer que vendrá un cambio positivo, tener esperanzas de que la corrupción quedó atrás, acariciar sueños de días mejores, pero lamentablemente muchísimos ecuatorianos no encontramos coherencia o relación entre lo que dice y lo que hace nuestro presidente; nos tiene en permanente estado de desconcierto.

Son “nuevos tiempos”, porque hoy en día quien no está confundido, es que no piensa con claridad.(O)

Ernesto Vernaza Trujillo, doctor en Jurisprudencia, Guayaquil