El fin de los precios altos de las materias primas fue el derrumbe del socialismo del siglo XXI. Inaugurado por Chávez en Venezuela, asesorado por políticos españoles que hoy conforman Podemos, y con una pátina de sustento teórico provista por el economista germano-mexicano Dieterich, se desploma cuando ya no hay petrodólares para despilfarrar.

El socialismo del siglo anterior duró setenta años y hoy solo subsiste, agonizante, en Corea del Norte y Cuba. En Venezuela, el socialismo del siglo XXI ha degenerado en el gobierno de una mafia, que expolia al país, al que tiene sometido por las armas, y donde el pueblo se muere de hambre, asentado sobre las mayores reservas petroleras del mundo.

Los Kirchner fueron simpatizantes, aunque no se adhirieron al movimiento ni integraron la ALBA. Hoy Cristina de Kirchner y sus hijos enfrentan procesos penales en Argentina. La expresidenta es acusada de traición a la patria.

Evo busca otra reelección más, a pesar de que el pueblo boliviano le negara esa posibilidad en consulta popular.

En Ecuador, una vez que a la prensa se le ha aflojado la mordaza, a los fiscales se les permite investigar, el contralor que solo aceptaba efectivo fugó a Miami y el vicepresidente que cobraba peaje está en la cárcel, comienza a descubrirse la monumental trama de corrupción. A cambio de una tajada, altos funcionarios toleraban sobreprecios en obras muchas veces inútiles. Este año que entra se inaugurarán centrales hidroeléctricas cuya energía no se podrá vender. Hay puentes y autopistas sin tráfico. Refinerías que no existen.

Este febrero 4, si las encuestas reflejan la realidad y la tendencia se mantiene, el pueblo dirá no a la reelección indefinida y por consecuencia a un retorno de Rafael Correa.

La caída de las materias primas incluso se lleva a presidentes más enfocados en la redistribución que en la producción. Pasó en Brasil y Chile, aunque en distinta manera; Perú eligió a un presidente cercano a los centros financieros.

A lo que expira 2017, Ecuador debe poner fin a su participación en ese experimento fracasado. El presidente Moreno sostiene que el pueblo votó por la continuidad del modelo económico. Tanto el Presupuesto 2018 como la Ley de Reactivación pretenden profundizar el modelo correísta.

Lo que sucede en Venezuela, lo que pasó en Argentina, donde el presidente Macri tiene que aplicar un duro programa para enderezar la economía, son anuncios sobre lo que pasaría aquí si se persiste en mantener el rumbo económico.

La gran inversión privada, nacional o extranjera, indispensable para la reactivación, no vendrá, aparte de la minería. El país mantiene el segundo entorno más hostil a la inversión en Sudamérica, después de Venezuela; no tiene acuerdo comercial con Estados Unidos ni forma parte de la Alianza para el Pacífico; sube la tasa de impuesto corporativo cuando otros las bajan; estatiza el sistema de datos crediticios.

El modelo durará, con bajas tasas de crecimiento, mientras que el mercado acepte prestarnos USD5 mil millones anuales, aparte de lo que requiere para cubrir amortizaciones. Cuando no haya más crédito, vendrá un dolorosísimo ajuste.

El socialismo del siglo XXI cayó al basurero de la historia. Es hora de que el presidente Moreno se desmarque. (O)