Es inevitable que al terminar un año pensemos que se cierra una etapa en los estudios, en los negocios, en los proyectos familiares y personales y, por supuesto, en la vida del país.

Este año, el cambio de gobierno creó expectativas y esperanzas, algunas de las cuales, especialmente las relacionadas con el mayor interés de la ciudadanía, que es lo económico, no se han cumplido, más vale parece que no habrá cambios significativos en ese campo.

Probablemente, el año que termina será recordado como el año en que se conocieron los mayores hechos de corrupción en el manejo del dinero público. En esto se ha avanzado tímidamente, en los casos más publicitados pero no más graves. Necesitamos que los hechos denunciados sean investigados con seriedad y que la justicia obre con toda la responsabilidad y profesionalismo que los casos reclaman.

En definitiva, el 2017 nos trajo cambio de estilo en la vida política, más apertura, respeto en las relaciones entre las autoridades y los ciudadanos y entre las distintas funciones del Estado, pero nos deja también algunas decepciones.

En todo caso, quememos simbólicamente lo desagradable, agradezcamos lo bueno y propongámonos conseguir los cambios. (O)