Sería una burda inexactitud decir que una civilización es obra de uno o dos inspirados creadores. Estas vastas estructuras culturales humanas han sido edificadas con muchos aportes que han apilado sabiduría en lapsos siempre de siglos. Pero es difícil pensar en Grecia sin Homero y Solón, o el Islam sin Mahoma. Así, podríamos afirmar que Occidente no sería lo que es sin Jesús y Aristóteles. Y digo Jesús y Aristóteles en unidad. El Islam descubrió a Aristóteles, pero le faltó Jesús, el dogma mahometano ahogó la influencia que podía tener el filósofo griego. Occidente medieval era una cultura reducida al oeste de Europa, siempre en trance de ser devorada por invasiones. Tenía a Jesús, pero solo es a raíz de la asimilación de la filosofía aristotélica, a partir del siglo XIII, por los escolásticos, que esta cultura emprende el camino que la llevará a ser la primera civilización mundial. El filósofo heleno y el profeta judío constituyen una amalgama inseparable, con la que se construyó el mundo occidental moderno.

Jesús, hablamos aquí del “perfecto hombre” sin entrar en disquisiciones teológicas, aportó la libertad como condición existencial, la igualdad esencial del género humano e instituyó al individuo como entidad en diálogo con la divinidad. Incorpora además la poderosa ascética semita, que será un elemento no desdeñable. De Aristóteles se extraerán el racionalismo, entendiendo por eso la capacidad de conocer y entender la realidad, el empirismo como método del conocimiento, la posibilidad de disciplinar el pensamiento mediante la lógica y la ciencia como disciplina sistemática. También propone una ética racional, que se demostrará ser coincidente y en todo caso compatible con la moral predicada por los profetas y apóstoles. Así, miles de millones de personas que no han leído los evangelios y no han oído hablar de Aristóteles profesan los principios de estos grandes personajes.

Aristóteles murió más de tres siglos antes de que naciera Jesús. Era un solitario poco querido en Grecia, tanto por razones políticas como por su tendencia a no hacer compromisos intelectuales. Su vasta obra fue pronto olvidada, eclipsada por la irradiación de su maestro Platón y estuvo a punto de perderse para siempre. Corresponderá a los árabes su redescubrimiento y a través de ese crisol de culturas que fue la ciudad de Córdoba, entró en Europa unos mil trescientos años después de muerto. Y ni siquiera fue bien recibido, porque su doctrina fue prohibida por la Iglesia, a pesar de que ya había sido explicada por Tomás de Aquino. Este fraile genial buscó concordar la fe católica con las ideas del estagirita (es decir nacido en Estagira). La proscripción solo duró unas cuantas décadas, pero en poco tiempo se vio que los dogmáticos tenían razón en temerlo, pues el aristotelismo suelto sería nefasto para su monopolio. Sobre sus ideas se edificaría el racionalismo moderno. No se puede decir que el Occidente sea definidamente aristotélico, pero sí que Aristóteles es un horizonte del que no ha podido prescindir y cuando lo ha intentado, se ha extraviado. (O)