Es frecuente constatar promesas gubernamentales sobre planes para enfrentar los embates del cambio climático en dos aspectos fundamentales: la reducción de las emisiones de gases perjudiciales a la atmósfera y la adaptación para soportar las incidencias incontrolables del calentamiento global. Las ofertas ecuatorianas constan en artísticas presentaciones, utilizando sofisticados métodos audiovisuales que integran voluminosos estudios, autocalificadas como las primeras y mejores del mundo, pero en la práctica no reflejan ningún grado de implementación. Esa fue la tónica del régimen anterior en materia ambiental que no debe continuar con el actual.

En la Conferencia Mundial sobre Cambio Climático, COP21, que concluyó con el Acuerdo de París de diciembre de 2015, se difundió la propuesta ecuatoriana consistente en la reducción del uso de energía fósil, lo cual el país ha desarrollado debidamente a través de la ampliación de su capacidad hidroeléctrica; no así la comprometida restauración de bosques hasta alcanzar 500.000 hectáreas para el 2017 y sucesivamente 100.000 adicionales por año; continuando la duda de la validez del Récord Guinness del 2015 con motivo de la supuesta siembra de 2.200 hectáreas a cargo de 57 mil voluntarios en apenas ocho horas, cuya existencia se desconoce porque las pequeñas y débiles plantitas fueron irresponsablemente abandonadas sin el cuidado que un incipiente ser vivo exige. La promesa de entrega de 3,5 millones de cocinas a inducción no llegó a feliz término, fue mínimo lo ejecutado.

Del trabajo de ACD Consulting, grupo no gubernamental de consultoría ambiental, se extrae una evaluación del cumplimiento de lo ofrecido por Ecuador en París, subrayándose que en el rubro agrícola y cambio de uso del suelo por la explotación forestal, no será posible cuantificar porque se carece de metas, lo cual impide visualizar los cambios que se aspira a lograr en aspectos de mitigación y adaptación, ni la forma de hacerlo y, peor aún, el plazo establecido de ejecución. Sin embargo, creemos que con la incorporación del Ministerio de Agricultura y Ganadería al Comité Interinstitucional de Cambio Climático, dispuesta mediante decreto Nº 64 de 6 de julio de 2017, se corrigió una desagradable omisión de la agricultura como elemento fundamental de política ambiental.

Cierto es que las actividades agrarias son corresponsables del calentamiento global, pero no debe ignorarse que es posible convertirlas en magníficos medios de captación de dióxido de carbono con solo aumentar anualmente el 0,4% del contenido de materia orgánica de los suelos (iniciativa 4 por mil), labor que practicarían con éxito los agricultores, equilibrando las nocivas emisiones que los cultivos y crías de ganado ocasionan. Se trata de adoptar mecanismos inteligentes para cumplir los compromisos internacionales respecto del cambio climático, acompañados, como en este caso, con acciones que mejoren la productividad agrícola, pues el aumento de la proporción de materia orgánica de los suelos implica además beneficio para los campesinos.

La mayoría de naciones ha incumplido sus ofertas, tanto es así que las emisiones en el 2017 sufrirán una elevación del 2%, que ensombrece el optimismo de mantener el incremento de temperatura del planeta inferior a dos grados centígrados en el presente siglo. Ecuador debe salir de la lista de morosos con el cambio climático. (O)

Se trata de adoptar mecanismos inteligentes para cumplir los compromisos internacionales respecto del cambio climático, acompañados con acciones que mejoren la productividad agrícola, pues el aumento de la proporción de materia orgánica de los suelos implica además beneficio para los campesinos.