El 7 de noviembre pasado, gremios empresariales liderados por el Comité Empresarial Ecuatoriano hicieron en Quito la presentación del denominado plan Ecuador Sostenible 2030, con gráficas, proyecciones y sugestivos sonidos, para promover su pensamiento sobre la forma como aspiran a que nuestra nación logre el ansiado cambio hacia el 2030. Fue realizada en presencia del presidente de la República, que la calificó de tan buena como para constituirse en producto de exportación, ante un auditorio de mil invitados, entre autoridades y empresarios de todo el país.

Al decir de sus autores, los fundamentos del original trabajo se encuentran en los principios del Desarrollo Sostenible 2030, promulgados bajo los auspicios de las Naciones Unidas, aplicando una llamativa terminología como planificación estratégica exponencial (a diferencia de la lineal), soportada en la cuarta revolución industrial, queriendo significar la consecución de metas audaces y veloces, ligadas a una tecnología digital impredecible pero realizable, para “construir un país socialmente responsable, sostenible y generar prosperidad y desarrollo económico”.

Hasta allí nada que objetar y todo que aplaudir en la clara y didáctica exposición, que esgrimió valores indiscutibles de unánime aceptación como transparencia, conciencia social y libertad plena; pero sorprende cuando, a renglón seguido, se aclara que de los 17 unitarios pilares del Desarrollo Sostenible, se habían escogido solo siete, descartando diez, entre los que constan tres imprescindibles para la proyección real de un país agrícola como Ecuador; el primero, poner fin a la pobreza en todas sus formas; segundo, terminar con el hambre, mejorar la nutrición y promover la agricultura sostenible; y, tercero, garantizar la provisión de agua y su adecuado manejo, inobservando atributos irrenunciables y peculiares a tales objetivos, como son su integralidad, interrelación y complementariedad.

A lo largo de la presentación no se dio realce a la agricultura y sus disciplinas afines, no urbanas, a excepción de la industria camaronera, destacada con justicia, dando la impresión de una lamentable omisión de las actividades agrarias y rurales que, debidamente impulsadas con la aplicación de las metodologías que en el evento se argumentaron, son las bases para lograr un país moderno e innovador, donde primen avanzadas tecnologías hacia un crecimiento sostenible, en que habite un pueblo satisfecho por su alto bienestar, superación educativa e intelectual, venciendo la pobreza y subalimentación, predominantes en la inmensa mayoría de ecuatorianos.

Sin embargo, varias ayudas visuales de la exposición pusieron de relieve el alto potencial agrario, cuando aparecieron productos de nuestros campos labrantíos como cacao, café, banano y el esplendoroso y multicolor cuadro de flores de corte de exportación, lo que debió haber motivado al presidente Moreno a decir en ese mismo acto “es posible que seamos el país más megadiverso del mundo. Tenemos características muy especiales: el mejor banano del mundo, el mejor camarón del mundo, las rosas más lindas, el cacao fino de aroma más sabroso, el atún más sabroso del mundo...”.

Es decir, tenemos a disposición todo lo necesario para el gran cambio hacia el desarrollo, aplicando las técnicas de planificación propuestas por los empresarios, pero teniendo presente que la centralidad corresponde a las actividades agrícolas y agroindustriales, consustanciales con nuestra naturaleza ecuatorial y vocación nacional. (O)