En el mundillo de los literatos, en cada fin de año se suscitan muchas expectativas porque el Municipio de Quito entrega sus prestigiosas distinciones a los mejores libros publicados. En esta ocasión, el escritor quiteño Jorge Luis Cáceres ha recibido el premio Joaquín Gallegos Lara en cuento por Las moscas y otros cuentos (Quito, El Conejo, 2017). ¿Para qué se escribe un cuento? ¿Para qué se escribe? Cada autor responde a estas preguntas con su obra. Y, si se le sigue la pista al eje central de su libro, Cáceres parecería contestar: se escribe para descifrar los miedos íntimos que definen nuestras vidas diarias.

Las moscas y otros cuentos trae seis historias marcadas por situaciones terroríficas. Todas contienen asuntos tétricos y oscuros. Un hombre cree equivocadamente que las moscas devoran al vecino cuando, en verdad, es a él mismo a quien atacan y lo van minando por dentro. El lector no sabe si esto es producto del delirio o si el horror está ocurriendo frente a sus ojos. En otro relato, un escritor consumido por su adicción al alcohol va de tumbo en tumbo en lo personal y profesional, mientras trata de cumplir con el compromiso de redactar una novela para pagar un dinero que recibió de sus patrocinadores.

Este hombre endeudado amenaza a su lector con que este podría ser la nueva víctima del hombre-lobo en que el autor se ha convertido, una vez que ha concretado su interés por el canibalismo. Pero el horror tiene contextos, se afinca en un escenario real. Por eso otro cuento muestra la relación enfermiza entre dos criminales torturadores y asesinos que trabajaban en la Policía cuando era presidente León Febres-Cordero. Ambos son despiadados y malignos, pero los fantasmas no dejan de atormentarlos por el sufrimiento que causaron. Aunque han perdido el miedo al horror, son unos entes que ya moran en el infierno.

Varios personajes de estos cuentos son escritores, cada cual con su pavor adentro, como el de un prestigioso novelista alabado por la crítica de quien se rumorea que redactó su larguísima obra encerrado en un estrecho armario. En otro, un criminólogo que colabora con la Fiscalía es un asesino que pinta unos cuadros con las sonrisas de las víctimas que él mismo desfigura. Estos relatos nos llevan a desconfiar de quien más cerca está a nuestro lado, incluso si está certificado por títulos universitarios, como sucede con un forense que practica extraños procedimientos en las autopsias y que convierte su trabajo en otra antesala del infierno.

En el año 2013, Cáceres compiló cuentos de terror –basados en “la extrañeza, lo insólito, el terror en su máxima expresión o lo fantástica que puede resultar la vida cotidiana”– de autores latinoamericanos que tenían como referente la narrativa de Stephen King. Este libro premiado –con un estupendo diseño editorial, lamentablemente salpicado de muchos errores ortotipográficos– representa una apuesta completa por el género de terror que Cáceres remasteriza en un contexto nacional. Estas historias que asustan confirman que la literatura es un mecanismo para incitar la imaginación de quien lee y para enfrentarlo a sus temores. (O)