Qué drama tan intenso para muchos seres humanos el que por motivos desconocidos que probablemente se desarrollaron desde su infancia (y otros por inducción), padecen de fuertes adicciones muchas veces contra su propia voluntad, por ejemplo, consumir sustancias tóxicas que les afecta sus vidas, a pesar de su pleno conocimiento de que no es bueno para su salud ni economía; además de caer en problemas laborales y hogareños, y para los jóvenes, caer en bajo rendimiento estudiantil.

Normalmente se piensa que cuando se habla de adicción se lo relaciona solo a drogas, alcohol, tabaco, ¡pero no es así! Por ejemplo, las violaciones sexuales son ejecutadas por individuos adictos al sexo, proceden así al no poder controlar sus instintos. Para evitarse problemas con la ley y la moral pública, los que padecen este mal nunca deben ejercer cargos relacionados con la educación de niños y adolescentes o de cualquier otra actividad que involucre a menores o a personas indefensas. Existen también otras, no menos dañinas para la sociedad, como la adicción al dinero que es la base para escandalosas corrupciones; al poder, que transforma a quien lo ejerce en una especie de dueño de la verdad absoluta y con delirios napoleónicos; al trabajo excesivo, que descuida los deberes hogareños, la salud, el descanso...; a los manjares que producen obesidad y traen serias consecuencias; a los que cultivan en exceso ejercicios físicos y la belleza que a larga se convierten en idólatras de su cuerpo; el consumo de medicinas no diagnosticadas por enfermedades imaginarias, para no engordar, para evitar enfermedades, etcétera. En resumen, no debemos ser esclavos de nada que nos perturbe seriamente la vida.(O)

Alfredo Minervini Faillace,
Jubilado, Guayaquil