El título de esta columna es el nombre del famoso cuadro pintado por el Bosco alrededor del año 1500, que se encuentra en el Museo del Prado en la ciudad de Madrid, España. Es un tríptico que en el primer panel muestra la creación; en el segundo, el deterioro de las costumbres, y en el tercero, el apocalipsis o fin del mundo. La mayoría de las interpretaciones de esta obra maestra se refiere a los efectos desastrosos que se le atribuyen a la lujuria y a la ausencia de virtud en las costumbres humanas. En esta ocasión recurro a este referente de la pintura universal desde un enfoque diferente, sumándome al de la National Geographic Society, que propone en un documental para la televisión que el tercer panel del tríptico, el de la devastación y muerte, muestra el resultado de la explotación irracional de la naturaleza que ha producido el calentamiento climático que atenta contra la vida y representa el mayor e inminente factor de riesgo de extinción.

La oscuridad del tercer panel es siniestra, comparable con la de Mordor o tierra negra, descrita literariamente por la genialidad de Tolkien en su obra El señor de los anillos, llevada al cine de manera brillante por Peter Jackson, el director neozelandés que nos la muestra de manera sobrecogedora cuando observamos una tierra sin plantas, agua, ni criaturas vivas. Dramáticamente estamos en ese camino y no hacemos lo suficiente para apartarnos de él. Nuestras formas de vida generan contaminación en todo el planeta, muerte de especies animales y vegetales que desaparecen para siempre y afectación a millones de seres humanos desplazados por fenómenos naturales nunca antes experimentados o que viven en condiciones precarias por la falta de agua. Todo esto producto del evidente cambio climático que muchos no queremos comprenderlo en su magnitud, prefiriendo trabajar en el análisis de una circunstancialidad marcada por lo económico, político y social, sin asumir la mortal dimensión del problema contemporáneo más importante… el calentamiento global.

La dependencia de los combustibles fósiles y de ciertos recursos naturales destruye el medioambiente, no es sostenible y nos ha llevado al umbral de lo irreversible. Debemos cambiar. Algunas sociedades lo entienden y actúan en consecuencia. Suecia está en camino a convertirse en un país libre de combustibles fósiles. La Organización de las Naciones Unidas, en septiembre del 2015, formuló los Objetivos de Desarrollo Sostenible, entre los cuales están el cuidado del agua, la utilización de energías renovables, el consumo responsable, la lucha contra el cambio climático y la protección de la flora y fauna, a ser alcanzados en quince años.

El Ecuador es un territorio ambientalmente privilegiado. Lo que tenemos es maravilloso y debemos cuidarlo mucho más, por su delicada fragilidad. Es preciso potenciar una consciencia ambientalista que nos lleve a la toma de las mejores decisiones para la protección de la naturaleza. Nuestro compromiso debe ser la preservación del entorno ambiental para que las generaciones futuras tengan la oportunidad de admirar la belleza de nuestras playas, la imponente majestad de las nieves eternas, la abigarrada exuberancia de la selva y el sutil esplendor de un escenario natural irrepetible. (O)