Siempre me ha llamado la atención el morbo que usualmente levantan las opiniones políticas de Diego Armando Maradona, no por menoscabar su capacidad de raciocinio obviamente deteriorada después de tanto mal uso, ni mucho menos por deslegitimar el derecho que tiene todo individuo de comentar sobre temas que no son de su elemental conocimiento, sino por el volumen de sandeces que pregona cada vez que las emite. En todo caso, y seguramente por la relevancia que significa el hecho de ser considerado uno de los grandes futbolistas de la historia, la ideología de Maradona se ha convertido en una especie de ritual de la impudicia, lo que a su vez ha motivado que sus miles de detractores se enfrasquen en grandes disputas, especialmente en las redes sociales, con sus centenas de admiradores.

La más reciente polémica opinión del exfutbolista tiene relación con un mensaje publicado en su cuenta de Facebook en que textualmente dice: “Somos chavistas hasta la muerte. Y cuando Maduro ordene, estoy vestido de soldado para una Venezuela libre, para pelear contra el imperialismo y los que se quieren apoderar de nuestras banderas, que es lo más sagrado que tenemos”, reiterando de esta manera su apoyo incondicional al engendro dictatorial que soporta Venezuela en estos días. Una bazofia de ese tipo por parte de Maradona no debería llamar la atención si se consideran sus arrumacos ideológicos en los cuales ha exhibido su supuesta lealtad al régimen cubano, entre otros, debiendo también recordar que Maradona ya había rendido culto pletórico de admiración al difunto Hugo Chávez; sin embargo, la insinuación de que se vestiría de soldado colmó la paciencia de todos quienes repudian la orgía de poder liderada por Nicolás Maduro.

De forma coincidente se ha originado en nuestro país una controversia por la posición de la diplomacia ecuatoriana y en especial de la canciller Espinosa acerca del conflicto venezolano, toda vez que en una reciente reunión de la cada vez más marginal ALBA, la ministra en representación de nuestro país reconoció la validez del impúdico proceso de la Constituyente venezolana que ha permitido al régimen de Maduro desenmascarar su esencia dictatorial, usurpando y arremetiendo contra otras instituciones y funcionarios que alentaban el último respiro democrático en ese país. Es decir que en lugar de tener una posición altiva y serena ꟷ–ojo, no se está pidiendo romper relaciones con Venezuela–,ꟷ la diplomacia ecuatoriana procedió a alinearse con un impresentable respaldo al régimen venezolano, bajo la idea de que “es fundamental defender y fortalecer nuestros procesos progresistas”. Tamaño despropósito ¿no se equipara al pregón de Maradona?

El embarre de la diplomacia ecuatoriana termina en el fondo marcando puntos de coincidencia con la insinuación maradoniana de vestirse de soldado en defensa de la revolución, lo que podría demostrar que al menos desde el punto de vista ideológico, las posiciones de nuestra política exterior permanecen con el mismo desvarío de los últimos años. Por ahí terminamos invitando a Diego Armando a que nos brinde una clase magistral de cómo deben funcionar las democracias. (O)