Las avenidas Febres-Cordero y Samborondón son conocidas por sus temibles congestiones de tránsito, sobre todo en las horas pico. Para evitar ese martirio, quienes transitamos por ellas todos los días, solemos tomar la Narcisa de Jesús, que es una vía rápida. Pero en las últimas semanas la ATM ha llenado esa vía de radares para controlar la velocidad; las multas han crecido increíblemente, al igual que la desconfianza y críticas sobre la efectividad de ese sistema.

Detesto el irrespeto a las normas de tránsito, pero no comparto ese control exclusivamente represor, que deja entrever un afán más bien recaudatorio. Esos radares son calibrados cada tres meses porque, evidentemente, están propensos a fallas. ¿Quién garantiza que sus registros nunca se equivoquen, o que no correspondan a otros carros? Cuando alguien se anima a impugnar una multa, la respuesta es casi siempre la misma: “la máquina no se equivoca”. Manejé por aquella avenida en el carro de un familiar que ya había sido multado y lo hice con mucho cuidado; sin embargo, a los pocos días llegó otra multa por una velocidad de 118 k/h que, sin duda, nunca alcancé. Pero, ¿quién me cree a mí si allí está la foto de la máquina?

La incultura en el tránsito no terminará con medidas que llenan de lo lindo las arcas, pero que desoyen las razones de la sociedad. Las multas que rigen en Ecuador son altas en relación con su nivel económico. Ellas deberían ser moderadas y de advertencia la primera vez, e ir subiendo progresivamente ante la reincidencia. Pero lo fundamental es emprender en programas de difusión y de estímulo a la correcta conducción, que prevengan los accidentes de tránsito.

Ojalá que en vez de ponerse a responder a cada ciudadano que se queja, la ATM se ponga a generar acciones más justas e imaginativas. (O)

Jaqueline Villa Aveiga, tecnóloga, Guayaquil