¡Qué belleza de museo que nos va a dejar en su palacio el excelentísimo saliente!, según nos explicó en su penúltima sabatina. Allí se exhibirán todos los regalos que ha recibido como el presidente más honesto de la historia. ¿Y quién dijo que es el presidente más honesto de la historia?, me preguntarán ustedes. ¡Él mismo dijo!, les contestaré yo. Es que él, además de decir que es el más honesto, es también el más humilde de la historia.

¡Qué joyas que hay en el museo! Entre relojes, espadas, collares, medallas, suman centenares, del más diverso origen. Lo que pasa es que el excelentísimo, además de saliente, es bien consecuente, pues. Si se gastó quinientos mil dólares en adecuar su museo, no va a ser para que allí se exhiban pendejadas.

¿Sí aceptará donaciones? Digo, porque nosotros podríamos contribuir a incrementar la colección con algunas otras joyas que servirán para que el saliente quede engarzado en el oro de la memoria colectiva por los siglos de los siglos.

¡Qué buena idea! ¡Ya me entusiasmé! Podríamos, por ejemplo, donarle una pequeña escultura hecha en madera, que represente el dedo que le hizo el Jaime Guevara cuando el excelentísimo saliente pasaba por una esquina. ¡Qué joya que sería esa! Lo único malo es que no estaría engarzada en jade, como las otras, sino en jode. ¡Cómo la admiraría la gente! Y una yuca de cerámica también podríamos donarle, en representación de todas las que le han caído con mucha más puntería y mérito que los honoris causa de los que tanto se jacta.

De ahí, una muestra de los pedazos de los cheques que se comió el comecheques. Un poquito arrugados por los jugos gástricos han de estar, pero eso les ha de dar mucho más valor museográfico.

Chuta, ¿y el pendrive del Chucky Seven? ¡Cómo puede faltar eso! Será un objeto que dejará patidifusos a los visitantes. ¿Con esta cosita copian los jueces las sentencias que les mandan desde el Palacio?, han de preguntar, mientras, con lágrimas en los ojos, agradecerán que se exhiba una joya de tanto valor y tan revolucionaria.

Un frasquito de vidrio tapado con un corcho también se podrá exhibir, con un letrero que diga “El Aromo”. Los visitantes lo podrán destapar para que desde adentro salgan los efluvios de los mil doscientos millones de dólares que están enterrados, billete tras billete. Abierto el frasco, ojalá no se les ocurra averiguar la causa por la que sale tanto mal olor, porque van presos.

Y, en un cofrecito de vidrio transparente, una muestra de viagra, que en este gobierno ha tenido múltiples usos. Una pastilla hasta sirvió para que la refinería de Esmeraldas, que tenía no sé qué disfunción, quedara totalmente repotenciada. Hasta demasiado.

Y una silla de ruedas podríamos donar, aunque con un letrero explicativo, para que no haya confusión: “En esta silla de ruedas le iban a llevar empujada a la cárcel a la doctora Isabel Robalino”. Al lado se podría exhibir el cheque de un millón de dólares que recibió de la Odebrecht el exministro Mosquera y que ¡oh prodigio!, no ha sido por coima sino por asesoría. Junto al cheque, una foto del fiscal Chiriboga llorando, por lo que le puteó el Correa.

Elé. Una belleza va a quedar el museo con las donaciones que le hacemos al excelentísimo saliente. (O)