Uno se pregunta qué beneficios para los pueblos han sido, históricamente hablando, para aquellos que fueron, o son todavía, sometidos a una determinada forma de pensar y actuar, sea de derecha o izquierda, y que pretenden dominar a los individuos para que se aferren forzosamente a tal o cual sistema ideológico en el convencimiento de que es la mejor forma de vida, pues los conduciría a la “verdadera justicia social y a la felicidad…” (?).
Pero, qué tristes ejemplos de trágicas experiencias han sido para la humanidad las ideologías de extrema derecha de Alemania nazi, Italia fascista y España falangista, y por otro lado el rotundo fracaso de la izquierda soviética con su aberrante muro de Berlín. Igualmente, ni recordar a la cruel Inquisición religiosa de la Edad Media.
Estas doctrinas paradójicamente contradicen al espíritu de libertad de pensamiento, de expresión, entre otras libertades, que cada ser humano por naturaleza lleva en lo más íntimo de su ser, como aquellos que disfrutan de una verdadera democracia, pues les han permitido evolucionar hacia niveles de progreso económico, social y tecnológico, como lo demuestran los pueblos de los países democráticos, a pesar de las cosas negativas que indudablemente puedan tener.
En la historia de nuestro atribulado país recuerdo el pensamiento sabio de aquel ilustre banquero, expresidente Carlos J. Arosemena M., que expresó textualmente: “Yo ya no creo en las izquierdas ni en las derechas y a veces… ni tampoco en el centro”.
En resumen, que los gobiernos deben proceder según las circunstancias, solamente demostrando eficiencia y honestidad. (O)
Alfredo Minervini F., jubilado, Guayaquil