En días pasados, Lenín Moreno señaló que odiaba las imposiciones, y que por su visión cuántica de la vida, “no creo en la verdad absoluta”, deduciendo que si desconfía de la verdad en tales términos, guarda igual distancia respecto de aquellos presuntuosos que se presentan como dueños de la verdad. En ese contexto, resulta interesante destacar que el análisis psicológico de los individuos dueños de la verdad absoluta identifica rasgos comunes de dicho comportamiento: alteración ante cualquier contradicción, incapacidad de manejar la frustración, tendencia a denigrar al adversario, actitudes de enojo y prepotencia, etcétera. Sin embargo, no hay coincidencia al momento de auscultar sus orígenes, pues si bien en algunos casos se piensa que se debe a desajustes emocionales, en otros es la simple soberbia intelectual la que empuja a los ungidos con esa verdad.

Los ejemplos más problemáticos de dueños de la verdad absoluta los encontramos en el mundo de la política, toda vez que existe una fuerte vinculación a lo largo de la historia entre líderes poseedores de la verdad absoluta y procesos de autoritarismo y dominación. La contradicción, impensable en términos de la verdad absoluta, se erige como un dudoso elemento que debe ser descalificado y combatido a toda costa, pues no cabe que alguien se atreva a dudar o a cuestionar a quien se cree dueño de la verdad absoluta. Hay innumerables relatos sobre la vinculación señalada, es decir, entre el dominio de la verdad absoluta y el autoritarismo, pues resulta inevitable que lo uno conduzca a lo otro; en todo caso resulta importante advertir que no es la primera ocasión que Moreno expresa su desagrado respecto de la verdad absoluta, e inevitablemente también de las imposiciones, recordando que estas suelen ser una práctica común en aquellos que mantienen las consideraciones de la verdad absoluta.

Resulta importante señalar que Moreno destaca la trascendencia de su visión cuántica de la vida, concepto innovador que se basa en los elementos de la física cuántica y que encarna “una nueva ciencia basada en la primicia de la conciencia”, lo que implica un cambio de paradigma, ya que tomando como base un universo espiritual, podrían resolverse “las paradojas de la vida, la mente y la salud”. Con esa energía cuántica que alega Moreno cabe que se pregunte, ¿qué actores políticos en su reciente vida pública ha conocido que guardan semejanzas con las características indicadas: verdad absoluta, imposiciones, autoritarismo, incapacidad de asimilar cuestionamientos, etc.?, y aplicando esa conciencia, ¿está consciente de que si conoció alguien que pregonaba (y lo sigue haciendo) la verdad absoluta, hizo poco o nada para contradecirlo, para cuestionarlo, para objetarlo?

No hay escapatoria posible en ese sentido, toda vez que la visión cuántica de la vida impone consideraciones muy claras y serias respecto de la conciencia, y en ese punto hay algo que no encaja en las expresiones de Lenín Moreno, pues si su posición hubiese sido terminante respecto de las imposiciones y los dueños de la verdad absoluta, hace rato hubiese ardido Troya. Y nunca pasó eso. (O)