... lo que ganamos con las bayonetas”, era una máxima del radicalismo jacobino, triunfante en Ecuador a raíz de la Revolución de 1895. Hay quien la atribuye directamente a Eloy Alfaro, pero no he visto testimonios fehacientes que demuestren que fue este caudillo quien lo dijo. En todo caso, esa sentencia era aplicada rigurosamente por los radicales, que institucionalizaron el fraude sistemático como instrumento para mantener la “gobernabilidad” del país durante treinta años.
Una anécdota, que me narró un familiar, sintetiza lo que fue ese oprobioso aparato. Don Tomás Rousseau era un ilustre francés que vino al Ecuador para contribuir a montar el sistema de educación laica. Contaba mi pariente que en las elecciones de 1924 vio salir al señor Rousseau, flamantemente nacionalizado ecuatoriano, muy elegante, a ejercer por primera vez su derecho al sufragio en el Ecuador. Poco después lo vio regresar todo descompuesto. “¿Qué pasó, don Tomás?”, a lo que él respondió: “¡Qué ya me han votado!”. Se refería así a una práctica corriente de esos años, que consistía en que militantes liberales, burócratas y soldados “den votando” a toda clase de ciudadanos. Y lo hacían invariablemente por el Partido Liberal. Ese mismo día, el mismo informante, entonces joven universitario, se había encontrado con un dirigente de una organización estudiantil, quien algo bebido le había confesado entre risas: “¡Cholito, he votado veinte veces!” No extraña, por eso, que el candidato liberal, Gonzalo Córdova, haya obtenido nada menos que el 93 por ciento de los votos.
Nunca entendí tan bien la frustración que debe haber sentido el maestro Rousseau cuando el día domingo “nos votaron” en un proceso fraudulento. No puedo afirmar que hubo fraude, en el sentido de una suplantación de votos o una alteración de las cifras de conteo, a pesar de que hay numerosos e inquietantes indicios que apuntan en ese sentido, puesto que ni siquiera faltó el ya clásico apagón informático, tras el cual siempre se vira la tortilla. Solo una revisión seria, extensa o, a lo mejor, total de todas las juntas permitirá salir de toda duda. Pero, de todas maneras, ha sido un proceso fraudulento, palabra en la que el sufijo -ento se aplica en el mismo sentido que en amarillento, color que no es amarillo, pero que tiene mucho de él. La campaña se caracterizó por el uso ilegítimo de todo el arsenal mediático estatal en contra del candidato de oposición. Funcionarios en ejercicio se dedicaban a hacer desembozadamente campaña por el licenciado Moreno. Se llegó incluso a echar mano de recursos violentos, como en el vergonzoso incidente del estadio Olímpico, que no ha sido explicado por las autoridades, sino enredado más con una impúdica cadena nacional en la que se acusaba a la víctima de ser el causante de la agresión. En fin, está claro que el correísmo no está dispuesto a dejarse arrebatar el poder con papeletas y el desusado despliegue de fuerza pública, pronta a emprenderla a toletazos contra personas y vehículos, hace pasar las bayonetas del recuerdo a la posibilidad. (O)