Hace 20 años las campañas electorales las vivíamos cuando encendíamos el televisor o salíamos a la calle y veíamos empapeladas las paredes y los postes con las imágenes y los eslóganes de los candidatos. Las estadísticas eran aproximaciones basadas en encuestas callejeras, realizadas con cierta imparcialidad.
Hoy, cada cinco minutos, tal vez menos, me llegan en chats “mensajes de última hora”, “información fresquita” sobre las elecciones...; “las últimas” revelaciones de un tal ¿Capaya?; “las últimas” encuestas con “datos certeros” sobre resultados para la segunda vuelta electoral de diferentes encuestadoras y cifras diferentes que aseguran que la presidencia ya es de este o de ese... Y hasta ex juezas logran “fama” en cuestión de segundos. ¿Gracias a quién?; ¿no saben?, yo sí sé, a nosotros y a las redes sociales.
No veo la hora de que esto termine... El sistema está tan corrompido que no le creo a nadie.
Reenviamos cualquier cosa que parezca cierta o que nos digan que el hermano de una amiga estuvo ahí porque trabaja para esa empresa y vio una cosa y él se la contó a sutanita y esta a menganita y esta a nosotros; entonces es “verdad”.
No nos convirtamos en títeres de una revolución de mentiras y engaños.
No nos dejemos manipular por el sistema, el cual oprime.
Emitamos opiniones, sí, pero que sean las nuestras basadas en lo que creemos. Escuchemos la postura de los verdaderos protagonistas de esta contienda y saquemos nuestras conclusiones. Discernamos con nosotros mismos qué es lo mejor para nuestro país.
Elijamos el cambio, pero cerremos el camino a la campaña sucia, no reenviemos todo lo que recibimos...
Y que llegue el domingo 2 de abril de 2017 y ojalá aún tengamos batería y memoria en el celular.(O)
María Sara Cucalón del Campo, licenciada en Gestión de Marketing, Guayaquil