Nuestro invitado
Alberto Dahik *

 

Las enfermedades tienen causas que las originan, síntomas que permiten diagnosticarlas, efectos o estragos sobre el enfermo y finalmente secuelas que dejan en sus víctimas. Si afecta a muchos es una pandemia.

La enfermedad del socialismo siglo XXI, al cual Fidel Castro definió como el comunismo moderno, tiene en los países donde actúa causas que la generan, síntomas, efectos en la madurez del mismo, y luego una secuela sobre la sociedad.

Los elementos que la producen son claros: Se reúne un grupo de gente con formación marxista, inspirados en el foro de Sao Paulo, con insospechado odio de clases y buscan un líder carismático que pueda llegar al poder sin las armas. Esto porque en el Foro de Sao Paulo ya se dieron cuenta de que no habría más toma del poder por las armas, y que para lograr que sus ideas totalitarias se tomen el poder, había que disfrazarse de lobos con piel de oveja, y diseñar un sistema que utilice las posibilidades de la democracia, para luego carcomerla y destruirla.

En los síntomas se percibe un discurso que exacerba con fines perversos las frustraciones muchas veces justas de una población empobrecida, se promete destruir todo lo anterior, y resolver todos las necesidades de la gente. Se habla de “revolución”: cubana, sandinista, bolivariana, ciudadana.

Los estragos son claros: una campaña sistemática de propaganda hitleriana, con las técnicas de Joseph Goebbels y el estilo de comunicación de la revolución cubana. Se bombardea y convence a la gente de que todo lo anterior fue malo y el nuevo paraíso está llegando.

Con dádivas, subsidios y un obsesivo gasto público se narcotiza a la sociedad y se produce un falso sentido de bienestar.

Se persigue a la prensa, se limita la libertad de expresión, se grita contra el imperialismo y se producen reformas legales, constitucionales e institucionales, que concentran el poder y que van configurando el objetivo de un monopartidismo monopólico, como lo demuestran Venezuela, Nicaragua, Bolivia y el Ecuador que desean terminar en Cuba. (Hablaremos luego del Brasil y de la Argentina).

Las fuerzas armadas son consideradas como aliados de las clases dominantes. Se las persigue y se las trata de convertir en fuerzas revolucionarias, afines ideológicamente al régimen, con lo cual se solidifica la existencia de un solo partido en el poder.

La política económica asfixia y sobrerregula al sector privado. Se sustenta todo en el gasto público y la deuda, en los subsidios e ineficiencias, y se va minando la economía de la sociedad.

En la madurez de la enfermedad, las instituciones se debilitan. La Fiscalía obedece al ejecutivo, la justicia se politiza, el Congreso no cumple su función de fiscalizar y es obsecuente servidor de la función ejecutiva, la función electoral es un ministerio electoral y la economía ha quedado en soletas.

La enfermedad del socialismo siglo XXI, al cual Fidel Castro definió como el comunismo moderno, tiene en los países donde actúa causas que la generan, síntomas, efectos en la madurez del mismo, y luego una secuela sobre la sociedad.

Las secuelas de la enfermedad son el posterior empobrecimiento de la sociedad, el destape de la corrupción, la destrucción de instituciones, la pérdida de confianza de los inversionistas, la generación de una base clientelista electoral dependiente de la dádiva del Estado, y un retroceso impresionante de toda la sociedad.

Más aún, las secuelas dejan odio de clases, divisiones profundas entre hermanos de un mismo país, pasiones exacerbadas, y polarización de la sociedad. Ellos son los buenos, los otros los malos.

Pero la más grave de todas las secuelas es que, hasta hoy, ningún país ha podido demostrar que se puede salir de esta enfermedad. Nicaragua, Venezuela, el Ecuador y Bolivia siguen con sus mismos gobernantes, con el mismo partido.

El Brasil produjo la remoción de la presidenta heredera de Lula; cayó en una gran ingobernabilidad, en un vacío de credibilidad. Quien denunció a Dilma hoy está en la cárcel. Y el gran líder Lula tiene enormes cuestionamientos sobre su actuación y conexiones con Odebrecht.

La Argentina, que supuestamente salió por la vía electoral, está también en una gran ingobernabilidad. El régimen de Macri está atado de manos, retrocediendo y dando marcha atrás en muchos de sus actos de gobierno, y la sociedad en disconformidad.

Es decir, o continúa un partido por siempre, o si hay algún cambio a otro partido político en el gobierno de la sociedad, esta se vuelve sencillamente ingobernable. El socialismo siglo XXI es una grave enfermedad social-política-económica y, hoy, dadas las innumerables denuncias en tantos países, es también enfermedad moral, elevada al grado de pandemia en la región. Ha producido el más impresionante desperdicio de recursos, en una década de bonanza jamás vista.

Dios haga al Ecuador pionero en lograr salir de esta pandemia, y demostrar que esto es posible. Hasta hoy, nadie ha podido.

Recordemos a Orwell: “No se instaura una dictadura para proteger una revolución. Se hace una revolución para instaurar una dictadura”. Fue un profeta respecto de las revoluciones del socialismo siglo XXI.

*Exvicepresidente constitucional del Ecuador. (O)