La definición generalmente aceptada del humano es ‘animal racional’, que camina en comunidad hacia un ambiente favorable. El voto, si se emite racional y libremente, ilumina el camino hacia ese ambiente o bien común.
Me apoyo en la conocida fábula de los dos perros:
1) El perro doméstico, satisfecho con los manjares, sobras de su dueño. Encerrado en casa y también en el presente, no percibe el pasado, ni el futuro suyo ni de los suyos; apenas algunos animales cuidan el mañana, enterrando su presa. El mañana del perro doméstico depende del interés del dueño. Este, elegido o no, se atribuye un derecho ilimitado de decidir qué y cuándo ha de comer su perro. El dueño informa sus bienes y oculta sus perjuicios según su interés; y reparte, quedándose con la mejor parte. Solo él tiene derecho de pensar, de conocer, de decidir. El buen perro no gruñe ante su dueño, cuyo capricho es la ley. Como este perro no gana su pan, el dueño lo tiene sometido. Entre los perros –animales animales– la ley del más fuerte es a veces menos fuerte que entre los racionales. Algunos animales animales actúan más “solidarios” que los animales humanos: no actúan movidos solo por la utilidad individual; no se comen entre ellos; cuidan a los tiernos, a los viejos, a los heridos.
2) El perro callejero, libre en su trajinar por pan y abrigo, ha conversado con perros domesticados y perros callejeros. En su encuentro con los domesticados ha observado que estos, a pesar de tener comida y abrigo, están tristes, porque se les impide hacer lo que por experiencia aprecian más. Observa que los domesticados se han degenerado en perezosos y tontos. Por eso, porque los considera tontos, el dueño les habla de diálogo, cuando ya ha decidido.
El callejero ha oído que, también, en otro país el dueño ha debilitado opositores, dividiéndolos; que ha armado a grupos de traidores y delatores, para castigar con hambre, enfermedades y cárcel a todo perro que gruña. Le han contado que en ese otro país los opositores se han unido, pero sin un plan concreto de libertad creativa.
El callejero ha descubierto que los que se niegan a aceptar elementos buenos de otros programas se encierran con otros bajo un patrón. El callejero, más informado, no entiende por qué los otros animales dicen que son racionales, aunque no admiten que, si buscaran más la Patria que el Partido, unirían luces y voluntades en planes realizables. La fábula descubre muy lejos la silueta de la otrora grande Venezuela. Su experiencia es maestra…
También con el voto podemos expresar nuestra fe cristiana; pues cultivando la unidad en la variedad de valores humanos, como libertad, responsabilidad, justicia, seguimos a Cristo, que no es solo hombre, es Hijo de Dios, que nos da su vida para unirnos en la variedad. En esto conocemos que somos discípulos de Cristo en que, amándonos, unimos mentes y corazones por el bien común. (O)