La Navidad es para recapacitar, para autoanalizarse de adentro hacia afuera, no es el momento de demostrar regalos ostentosos, sino que debe limpiar y purificar el corazón, ayudando a su hermano. No deje que el mundo lo atrape. Observe detenidamente, el hijo de Dios está a su puerta.
La mejor forma de aligerar el estrés al que está sometido es ayudar a su prójimo, está en la calle con el rostro de un mendigo o desposeído que no tiene ropa, peor para un jabón para bañarse. Aunque no lo crea, los mendigos practican la misericordia, se ayudan entre ellos y se dan de lo que no tienen, son de corazón puro.
¿Acaso se acuerda de los niños que están en los hospitales esperando que ocurra un milagro, que alguien les dé unos dólares para que les compren sus medicinas?
Despréndase del orgullo, aleje la vanidad, no se envanezca ni vanaglorie, sea humilde, para Dios usted es importante.
En estos días tiene que explicarles a sus hijos, alumnos, nietos, sobrinos... la importancia del Nacimiento de Jesús, no lo confunda con regalos que son de origen idólatra.
Seamos humildes, Dios siempre se manifiesta cada día con nosotros, pero hemos olvidado que tenemos que agradecerle por nuestra comida, nuestra ropa, nuestro trabajo, por nuestra vida, por nuestra familia.
Hay miles de ciudadanos que sin tener nada dan las gracias a Dios porque despertaron y son felices.
El milagro del nacimiento de Jesús se repite a nivel mundial todos los días cuando la madre da a luz a su hijo, su llegada al mundo es una bendición porque después de la angustia se hincha el corazón de felicidad. Cada niño que nace es una consagración porque ellos traen el pan cada día.
El nacimiento del Hijo del Dios viviente le puso a usted un ejemplo, enriquézcase con la sabiduría que le da cada día.
El regalo más hermoso es que Dios nos quiere a pesar de que somos unos pecadores. Él quiere que tengamos misericordia con nuestros hermanos; vamos a reconciliarnos con ellos y tendremos días más felices.(O)
Néstor Aníbal Torres Álvarez, Daule