Me sorprende la facilidad con la que un pueblo cae preso del fundamentalismo, corriente religiosa o ideológica que promueve la interpretación literal de un texto sagrado o fundacional, la aplicación intransigente de una doctrina establecida, por lo que considera determinado libro como autoridad máxima ante la cual ninguna otra puede invocarse y la cual incluso debería imponerse sobre las leyes de las sociedades democráticas. Tanto el Antiguo Testamento como el Corán imponen la pena de lapidación para una mujer adúltera (Levítico 20-10), un hijo desobediente (Deuteronomio 21:18-21). ¿Significa aquello que para los cristianos solo es válido el Nuevo Testamento y deben obviar el Antiguo lleno de horrendos crímenes?
Cuando iba a la escuela, me enseñaron a venerar al mariscal Pétain, quien había colaborado con el enemigo, mandado a deportar a todos los judíos establecidos en Francia. Vi morir a mucha gente, desaparecer compañeros. Nosotros cantábamos con el corazón enardecido: “Tous les enfants qui t’aiment et vénèrent tes ans à ton appel suprême ont répondu: présent” (Todos los niños que te aman y respetan tus años a tu llamado supremo se hicieron presentes). ¿Qué sabía yo de un llamado supremo si tenía apenas 6 años? Luego los alemanes vivieron bajo el mandado de Mein Kampf (Mi lucha), libro sagrado del nazismo escrito por Adolfo Hitler. Los caricaturistas rebeldes, Boniles de la época, mostraban al Führer saludando con el brazo extendido, la mano virada hacia atrás, actitud típica de los camareros llevando bandejas. Actualmente el fundamentalismo islámico siembra el terror, manda a matar a adolescentes sorprendidos mientras escuchan música rock o no practican el ayuno en el mes del ramadán. Murieron baleados 127 jóvenes en Bataclan por atreverse a aplaudir al grupo Eagles of Death. Continúan los atentados obedeciendo al grito Allah kebbar (Alá es grande), vivimos en un mundo en que los yihadistas matan en nombre de Dios, mas lo hicieron los cruzados cristianos al grito de Dieu le veut (Dios así lo desea). Considero de igual manera como fanatismo las torturas que se imponía el beato Escrivá de Balaguer, fundador del Opus Dei, mientras se flagelaba hasta sangrar, no se debe confundir el amor a Dios con el sadomasoquismo. El sacerdote de mi pueblo me impuso una penitencia de pan seco con agua durante una semana porque había besado en la boca a mi enamorada quinceañera. Me castigué grabando en un brazo hasta la sangre, con la punta de un compás, el nombre de mi enamorada, siguiendo así el mal ejemplo de Escrivá de Balaguer. Tuve que deshacerme de aquel tabú que castigaba lo que podía tener relación con el sexo. En aquel entonces una relación prematrimonial equivalía a una prostitución.
La espiritualidad une mientras las religiones dividen, tengo amigos budistas, católicos, protestantes, adventistas, evangelistas, judíos, ateos, testigos de Jehová, no veo cuál es el problema, nunca hablamos de religiones, nos cobijamos bajo el mismo humanismo. Nos preocupa la supuesta existencia de otra vida más allá de la muerte, olvidamos que el universo es maravilloso, la vida terrenal puede ser muy hermosa, el amor nos redime de muchas faltas. Amo luego existo. (O)