A partir de la Segunda Guerra Mundial se creó un equipo llamado Handie Talkie H12-16, que permitía el contacto con las tropas vía ondas de radio que no superaban los 600 KHz. En 1973, Martín Cooper y su equipo de Motorola mostraron el primer prototipo funcional de un teléfono celular “personal”. En 1983 se creó el primer teléfono celular a batería que daba una hora de conversación. Luego, Ericsson utilizó canales de radio analógicos con modulación de frecuencias y en 1986 modernizó su sistema dando frecuencias superiores a los 900 MHz. En 1990 nace la segunda generación de teléfonos móviles con el sistema de GSM, que ofreció mejor calidad de voz e hizo posible transmitir varias conversaciones de manera simultánea. Posteriormente, se incrementó el servicio de mensajería multimedia (imágenes, sonidos, videos y texto). Con la tercera generación (3G) se aumenta la capacidad de transmisión de datos para ofrecer servicios como la conexión a internet desde el móvil, la videoconferencia, televisión y la descarga de archivos, para luego ampliarse a banda ancha y después a 4G con recepción de televisión en alta definición. Pero… ¿afectan la salud estos aparatos que emiten radiación electromagnética de radiofrecuencia?

La dosis de energía absorbida se expresa en vatios por kilogramo del peso corporal. Los celulares están directamente en contacto con la cabeza de una persona y esta energía puede penetrar varios centímetros suficientes para alcanzar estructuras nerviosas como las meninges, el nervio óptico, el hipotálamo e incluso aumentar la temperatura del cerebro, dependiendo del tiempo de exposición. El coeficiente de absorción para los tejidos cerebrales es alrededor del doble para las transmisiones de telefonía digital (PCS), que la de la telefonía analógica (Cell). Expertos han demostrado que cada vez son más frecuentes los dolores de cabeza en personas que mantienen por mucho tiempo conversaciones con teléfonos móviles e incluso la mala postura a la hora de mirar la pantalla puede conducir a la neuralgia occipital. En el año 2011, el Journal Epidemiology concluía que los usuarios de telefonía móvil son más propensos de desarrollar cáncer en el ojo que quienes no lo usan. Taurisano y colaboradores, en el 2011, demostraron que el efecto térmico de los celulares puede afectar el tejido cerebral con reacciones adversas en la salud. El Centro Internacional de Investigaciones sobre el Cáncer ha clasificado los campos electromagnéticos producidos por los teléfonos móviles como posibles carcinógenos en seres humanos, relacionándolos a algunos tipos de cáncer cerebral y del tejido óptico. La Organización Mundial de la Salud reconoce el vínculo que existe como factor de riesgo potencial para la salud, pero informa que no hay reportes científicos que demuestren relación directa, solo estudios de casos y controles relacionándolos a ciertas patologías.

La telefonía móvil es una herramienta indispensable, pero es importante concienciar a la población de los efectos adversos. Se recomienda la opción de manos libres para alejar la cabeza del aparato, utilizarlo para conversaciones cortas y, si se encuentra en stand by, este también puede emitir radiaciones que pueden afectar los órganos más próximos: no llevarlo pegado al cuerpo, es preferible alejarlo cuanto más se pueda de nuestro organismo para prevenir riesgos para la salud cuando se utiliza un celular por muchas horas. (O)