Los estudios del historiador Roger Chartier comprueban que William Shakespeare debió haber leído la primera parte del Quijote de Miguel de Cervantes en la traducción al inglés de Thomas Shelton en 1612. Ambos escritores, que fueron contemporáneos entre sí, murieron en 1616 con pocos días de diferencia, y debieron valorar con sentimientos encontrados los mismos acontecimientos históricos que vivieron sus naciones: lo que desilusionó a Cervantes –la derrota de la Armada Invencible española en aguas inglesas–, en cambio, favoreció el clima cultural y religioso en que se desenvolvió Shakespeare.

Poquísimas son las obras shakespearianas que tienen una trama original, pues la costumbre –que no solo adoptó Shakespeare sino todos los dramaturgos del teatro isabelino– era apropiarse sin ningún remordimiento de las historias de otros. Es lo que hizo el inglés con la obra del español y que Chartier investiga de manera brillante en el libro Cardenio entre Cervantes y Shakespeare: historia de una obra perdida (Barcelona, Gedisa 2012). Aunque no se conserva la obra original, varios registros señalan que en 1612 o 1613 Shakespeare representó en Londres Historia de Cardenio, que narraba un enredo muy atractivo para ser llevado a las tablas.

Este es el episodio tomado del Quijote de 1605: en una ciudad andaluza, Cardenio pretende casarse con Luscinda, de quien está muy enamorado; ambos son nobles y ricos. Pero, antes de la petición de mano, el padre de Cardenio quiere complacer al duque Ricardo y Cardenio debe ponerse a órdenes del duque: entonces traba amistad con Fernando, quien se halla muy intranquilo porque ha seducido a Dorotea, una labradora vasalla del duque, a quien le ha ofrecido matrimonio. El narrador dice que en cuanto gozó a la mujer los deseos de estar con ella desaparecieron. Por su parte, Cardenio describe con tanta maravilla a Luscinda que Fernando queda prendado de ella.

Con artimañas, Fernando impide que Cardenio regrese donde su prometida y, abusando de su poder, la pide en matrimonio, consumando más agravios. En la Sierra Morena, donde se han topado con Cardenio, don Quijote y Sancho Panza también han hallado a una discreta mujer, que resulta ser Dorotea. En una venta, el azar (¿o Cervantes? juntará a los protagonistas de estos amores traicionados. Cervantes describe así el momento en que los amantes se reconocen: “Callaban todos y se miraban todos, Dorotea a don Fernando, don Fernando a Cardenio, Cardenio a Luscinda, y Luscinda a Cardenio”. ¡Cómo iba a perderse Shakespeare este juego cervantino de miradas!

La obra teatral Miguel Will (estrenada en 1997), de José Carlos Somoza, coloca en escena a Los Hombres del Rey cuando están representando Cardenio en El Globo de Londres. En el prólogo del libro Lunáticos, amantes y poetas: doce historias inspiradas en Shakespeare y Cervantes (Barcelona, Galaxia Gutenberg 2016), Salman Rushdie dice: “La obra maestra de Cervantes, como la obra de Shakespeare, mezcla las burradas con lo noble, la intensidad trágica y la emoción con la indecencia y la obscenidad”. Es, pues, en la escritura literaria donde Cervantes y Shakespeare se juntan para recordarnos la importancia suprema para nuestras vidas de las cosas que imaginamos. (O)