En medio de problemas, aciertos y desatinos de nuestra humanidad, especialmente en las relaciones intrafamiliares, la Iglesia católica ha obsequiado una actualización de su doctrina sobre las relaciones humanas, particularmente de las parejas y la familia, mediante la Exhortación Apostólica Postsinodal Amoris Laetitia, La alegría del amor, escrita recientemente por el papa Francisco, accesible en www.l’osservatoreromano.va.
Sobre su estructura y contenido general se refirió monseñor José Mario Ruiz, en su artículo Francisco, ‘Alegría del amor’, que publicó EL UNIVERSO el 16 de abril de 2016.
Por mi parte, como colaboro muchos años en la pastoral de la preparación de los novios para la celebración del sacramento del matrimonio, me detuve en el subtema Dimensión erótica del amor, números 150 al 152, cuya síntesis comparto, porque considero conveniente su divulgación para todas las personas, incluso para quienes no son creyentes:
Dios creó la sexualidad que es un regalo maravilloso para sus creaturas. Si se la cultiva y se evita su descontrol, dentro o fuera del matrimonio me permito añadir, es para impedir que se produzca el “empobrecimiento de un valor auténtico”.
San Juan Pablo II rechazó que la enseñanza de la Iglesia lleve a “una negación del sexo humano”, o que simplemente lo tolere “por la necesidad misma de la procreación”. La sexualidad de los esposos no es objeto de menosprecio, ni se trata en modo alguno de ponerla en cuestión.
A quienes temen que en la educación de las pasiones y de la sexualidad se perjudique la espontaneidad del amor sexuado, el mismo papa les respondía que el ser humano “está llamado a la plena y madura espontaneidad de las relaciones”, que “es el fruto gradual del discernimiento de los impulsos del propio corazón”.
Es algo que se conquista, ya que todo ser humano “debe aprender con perseverancia y coherencia el significado del cuerpo”.
La sexualidad no es un recurso para gratificar ni entretener. Es un lenguaje interpersonal en el que la otra persona es tomada en serio, con su sagrado e invalorable valor.
En este contexto el erotismo aparece como manifestación específicamente humana de la sexualidad, donde se puede encontrar el “significado esponsalicio del cuerpo y la auténtica dignidad del don”.
La corporeidad sexuada “es no solo fuente de fecundidad y procreación” sino que posee la capacidad de expresar el amor: ese amor precisamente en el que el ser humano se convierte en don.
El más sano erotismo, si bien está unido a una búsqueda del placer, supone admiración, y por eso puede humanizar los impulsos.
De ninguna manera podemos entender la dimensión erótica del amor como un mal permitido o como un peso a tolerar por el bien de la familia: es un don de Dios que embellece el encuentro conyugal.
La pasión sublimada por el amor que admira la dignidad de la otra persona, llega a ser plena y limpísima afirmación amorosa, que demuestra la capacidad maravillosa del corazón humano y permite sentir que la existencia es un éxito.
¿Concuerda con esta doctrina? ¿Sería tan amable en darme su opinión? (O)